“Nosotros iremos hacia el sol de la libertad o hacia la muerte; y si morimos, nuestra causa seguirá viviendo. Otros nos seguirán”. Augusto Sandino.
Esto de que Daniel Ortega, políticamente, subsista en un cuarto período presidencial, es algo, para algunos, como estar viviendo un neosomocismo, luego de casi 4 décadas de exterminada la dinastía Somoza. Sin embargo, y dadas las circunstancias, son, en realidad, dos versiones de los fascismos de nuestra América. Con los Somoza todo estaba imbricado a la política norteamericana, mediando sus intereses geopolíticos. Pero con Ortega, todo está imbricado al mantenerse de la política cubana, mediando la intervención venezolana. Los casi 40 años de la familia Somoza, administrando Nicaragua como hacienda propia, estuvieron sostenidos y promovidos por USA como ariete de su política internacional en Latinoamérica.
Por un lado siempre estuvo presente, desde finales del siglo XIX, la idea de Estados Unidos de un canal interoceánico localizado en esta parte de Centro América y por otro, después de iniciarse la URSS en 1917, no hubo mejor peón que Anastasio Somoza García para perseguir todo rastro que oliera a oposición. Sobre todo a comunismo. Cuando alguien, en cierta ocasión, le dijera a Franklin D. Roosevelt que este Somoza no era más que un “hijo de p…”, ya que estaba llenándose los bolsillos y secuestrando tierras a su favor, el presidente contestó, con mucho realismo político, •• si lo se, pero es “NUESTRO HIJO DE P…”.••
Con Ortega los miramientos son diferentes aunque los resultados pueden definirse como muy semejantes… Estar en la oposición es un peligro. La libertad de prensa es controlada. El personalismo gubernamental hace de la arbitrariedad la esencia del poder. Aunque de acuerdo al lineamiento “ideológico”, el gobierno pretende, “servir” a la ciudadanía. Utilizando el Estado, eso sí, como eje de la gestión social, que promueve y proyecta la vida individual e institucional. O sea, el Estado como brújula que, al señalar su norte, señala el destino del pueblo nicaragüense… Ahora, sin embargo, la bandera sandinista en la que se cobija el gobierno, ya no flamea con el impulso del hálito del espíritu de Sandino. Ni siquiera responde su acción social a los fundamentos libertarios del Frente Sandinista que, con tanta fe, proclamara, alguna vez, su fundador Carlos Fonseca, allá por 1961.
En contraparte ideas místicas, de teosofías y cábalas mezcladas con criterios seudo socialistas, disfraz de un fascismo populista, juegan hoy en Nicaragua, un importante papel. No es la macumba haitiana. Pero sí una especie de magia y brujería dirigida por Rosario Murillo, esposa y vicepresidenta, con mucho poder, en dupleta con Ortega. Sueñan que son el “oxígeno de la revolución sandinista”, aunque concluida hace muchos años… ¿Para qué este engaño? ¿Quién gana? ¿Quién pierde?
Gana, por cierto, la tendencia dictatorial que promueve Maduro desde un falso “socialismo del siglo XXI” que, en verdad, impulsa un totalitarismo, a raja tablas. Hay que tener presente que el petróleo venezolano ha sido y es aun la coima económica para sus seguidores centroamericanos. Y Ortega es, todavía, uno de los ahijados engreídos del régimen post Chávez . Pierde, desde luego, el pueblo nicaragüense arrastrado a seguir en condiciones sociales deplorables. Con más del 60% de su población en la miseria, un sindicalismo reprimido o comprado, violación continua de los derechos humanos, una escandalosa reducción de las exportaciones… Todo protegido, políticamente, por una corrupción institucional desde la cima gubernamental.
Los días de revuelta popular, por eso, iniciados en abril so pretexto de las reformas al Instituto de Seguridad Social, contra los intereses de sus afiliados, ahora significan el compás de espera para la salida del gobierno de Ortega. Como que el tiempo de otra dictadura fascista de Latinoamérica tiene las horas contadas. El pueblo nicaragüense está abriendo paso al camino de su libertad!