23 noviembre, 2024

Cultura de descarte

El Papa Francisco habla mucho de ella porque es muy común en los países tercermundistas donde todo lo que “no sirve” se descarta. La conoció muy bien como Mario Bergoglio cuando tuvo que vivir entre las élites y las fabelas argentinas “haciendo peso a la balanza” -como él mismo ha dicho- para que el mismo no caiga con todo su furor, como siempre, contra el desvalido. Básicamente es la posición del latino frente a lo que estorba “porque ya está viejo”, “porque no sirve”, “porque no puede”, “porque no hay para eso un espacio”, “porque no piensa igual que yo” porque desde su perspectiva “no le suma solo resta”.

En Canadá, Suiza y los países Bajos, donde los niveles de vida alcanzaron posiciones que para nosotros son insospechados, y por eso son motivo de sorprendentes noticias y de asombro cuando nos enteramos por el facebook “lo descartable” tiene un lugar de moda, de novedad y se le busca una utilidad y es visto incluso como un reto qué vencer, el hilo que quedo suelto dentro de la estrategia al crecimiento… que el reciclaje, que el sueldo a quienes cuidan a los ancianos, que las pensiones y subvenciones para los enfermos, que los programas de reinserción a los discapacitados, que la inversión cuantiosa incluso en el ámbito científico con vías a la “regeneración” física es algo tan común… En el ámbito más sublime, ”nada es inútil, nada es inservible, nada se descarta”, como dice el Sumo Pontífice, en el pensamiento e incluso en las creencias…allá todos tienen su espacio y son respetados. Todos son escuchados. Todos viven una permanente cultura de reinserción y todo esto repercute en otro nivel de desarrollo tangible e intangible: la dignificación humana… que en síntesis es el desarrollo total…

Si el descarte sería un parámetro para medir el desarrollo nacional en Ecuador, pese a que todo lo anterior lo tenemos -y por lo que en la comunidad internacional hemos sido catalogados como país de avanzada-, igual nos quedaríamos de año. Aquí la cultura del descarte clasifica a unos de otros “porque es feo” o “porque es gordo” o “porque es flaco”; “porque es cholo” o, más duro aún, “porque es un enfermo o un discapacitado”. Se baraja por la condición y más miserable todavía por el género o por el pensamiento. Para muestra el tuiter es un botón. O también… ¿han escuchado eso del patuleco?, ¿lo del patojo? La cultura del descarte nos lleva a atribuirle el fracaso de un Gobierno a su gobernante sencillamente porque no puede caminar, como que los que caminaron lo hicieron mejor… la falta de piernas al descartado le quitaron el cerebro y entonces ya no sirve… Son la muestra de una sociedad alienada, con impresionantes taras producto precisamente de los prejuicios que la sensibilidad impone.

Se regaron tachos para el reciclaje a nivel nacional, pero todo se echa al traste cuando se asume que debo reciclar no para evitar dañar el ecosistema –que es una vida- sino para evitar la multa. Las empresas deben completar un porcentaje en su nómina de discapacitado, pero no por el nivel de privilegiado que el espíritu de la ley trata de consagrar para el desvalido sino para “completar la lista” y porque “dan pena”… un enfermo con enfermedad terminal no puede dirigir nada y es cambiado por el nuevo amigo “porque no sabemos cómo se contagió y en qué momento se va a morir”. Un gay no puede tener opciones en mi grupo “porque van a decir que soy igual que él”.

La cultura del descarte en nuestro País es la constante de la vida en todos lados envolviéndonos en una vorágine de desestimación humana. Debemos vivir desgastando nuestras energías contra ella, hundiendo al uno y al otro por permanecer a flote, insensibilizando más y más los procesos humanos sin darnos cuenta que tarde o temprano la vorágine de maldad que desarrollamos en nuestro entorno nos tocará por la ley de Murphy que nos recuerda que todo lo que pensamos no es posible se puede hacer posible -con nosotros o, peor todavía, con nuestros seres queridos-; o por la vejez, que aquí nos clasifica en condición de “descartables” por las evidentes limitaciones de los años en los momentos más vulnerables de nuestra vida.

Leyes sobre el tema hay miles y una más punible que la otra. Campañas de concientización también y a pesar de eso hemos hecho del descarte una cultura y un sistema. Descartamos sencillamente porque no estamos bien como personas. Y ahí no hay nada más qué decir. Ya es cuestión de cada uno.

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1 comentario

  1. SALUDOS ESTIMADO Y BIEN APRECIADO PERIODISTA. EL HIJO DE MI QUERIDA AMIGA NO PODÍA QUEDARSE ATRÁS DEL PENSAMIENTO MISERICORDIOSO DE SU MADRE. ESTOY DE ACUERDO CON USTED. LOS VIEJOS SOMOS LA POBLACIÓN MÁS VULNERADA DESDE NUESTRA CONSTITUCIÓN. MI ESPOSO DE 85 AÑOS Y YO DE 66 HEMOS SUFRIDO LOS ÚLTIMOS 4 AÑOS UNA VIDA DONDE EL DISCURSO DE ODIO ES REALIDAD PARA NOSOTROS. HEMOS ACUDIDO A LA JUSTICIA Y A PESAR DE QUE LA CARTA MAGNA DE LA REPÚBLICA HABLA DE DERECHOS, GARANTÍAS Y TUTELAJE EFECTIVO SE NOS HA HECHO IMPOSIBLE RECIBIRLA. SERÍA MARAVILLOSO QUE USTED INICIARA UNA INVESTIGACIÓN PROFUNDA DE ESTE HECHO SOCIOPOLÍTICO EN LAS COMUNAS DE LA PROVINCIA DE SANTA ELENA. GRACIAS PORQUE SU PENSAMIENTO DE DIGNIFICACIÓN DEL SER HUMANO NOS HACE CONFIAR EN QUE SOMOS MÁS QUE COMPARTIMOS EL PENSAMIENTO DEL SANTO PADRE.

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