María Alejandra Vicuña, a quién por protocolo le correspondía recibir a Mike Pence, permaneció prácticamente escondida durante la corta visita efectuada por el Vicepresidente estadounidense a Carondelet. El sentido común, perdedor al ser elegida para compartir el poder, tomó su revancha al ser dejada fuera de la foto con el ilustre mandatario. Era por demás lógico que una detractora del libre mercado y defensora de los regímenes castrochavistas no podía estar presente mientras se negociaba extraoficialmente con los Estados Unidos sobre apertura económica, inversión extranjera e institucionalidad.
Los ministros de Estado que abogan por un nuevo rumbo para el Ecuador deben haberse sentido reconfortados por esa muestra de irrefutable apoyo al mensaje del cambio. Luego, sin embargo, la actitud aparentemente neutral de Lenín Moreno sobre el caso Venezuela, un tácito apoyo a Maduro, dejó sin piso cualquier presagio de un nuevo derrotero para el país. Si ante tamaña oportunidad para beneficiar al país pudo más la terquedad doctrinaria, estaría sentenciado que la tesis gobiernista no cambiará hasta cuando al menos el colapso económico sea aún más evidente y las deudas no se puedan honrar. La distorsión del régimen entre su retórica comunicacional y la práctica antimercado no hace otra cosa que alejar al país de los potenciales inversionistas y acercarnos cada vez más al FMI, la camisa de fuerza para un Gobierno que no da su brazo a torcer en su esfuerzo por ser creíble ante el mundo mientras reivindica el socialismo.