La cárcel lo espera

La gestión pública de Rafael Correa fue desde su inicio apegada al engaño, la mentira, manipulación, desinformación, delincuencia y traición a la patria. Su ambición lo llevó a vincularse a financiamientos ilícitos, su arrogancia lo llevó al descaro y en su camino chueco cultivó enemigos que ahora lo persiguen.

Estamos presenciando el principio del fin de la carrera del otrora dictador. Su vinculación directa con los excesos de su mal gobierno, robos y crímenes, sale a la luz pública poco a poco y queda claro que la imagen forjada a su alrededor fue una farsa para facilitar el asalto a la nación.

En su gobierno, de supuestas manos limpias, se archivó el proyecto de ley de extinción de dominio, que permitiría que los bienes producto del narcotráfico, corrupción y lavado de activos se reviertan al Estado y que ahora el presidente Moreno impulsa, porque, obviamente, la lucha contra la corrupción no era su objetivo. Todo lo contrario, se fabricaron leyes e inventaron excusas para facilitar sus fechorías.

Muy probablemente tuvimos de presidente a un real delincuente que no solo manipuló las cifras de la deuda para dejarla debajo de lo establecido por la ley y seguir endeudando al país y que un día antes de dejar la presidencia firmó un decreto que permitió la liberación de 3.000 narcotraficantes, sino que está vinculado al caso de secuestro de Fernando Balda y al asesinato del General Gabela, que marcarán apenas el inicio de una serie de acusaciones de arbitrariedades y delitos penales que por mucho tiempo han sido motivo de rumor y especulación, pero que durante su gobierno fueron largamente ignorados en lugar de ser resueltos, como casos de asesinatos que quedaron en la impunidad, pero que no han quedado en el olvido.

Ahora el exdictador intenta hacer creer, a quien desee escucharlo, que es un perseguido político y que en la administración del presidente Moreno existen presos políticos, cuando en realidad fue en su gobierno donde hubo presos políticos por protestar en las calles, por irrumpir en un canal de televisión o simplemente por pensar de manera diferente y expresarlo libremente. Pero, es muy diferente tener presos políticos que políticos presos por robo, cohecho, delincuencia organizada, por corrupción, como ocurre actualmente en Ecuador. Bien dijo, sin embargo, al pronosticar que estará preso, pero nadie quiere presos políticos, sino políticos presos por sus delitos penales.

Así, por ejemplo, el caso de Pablo Romero Quezada, el agente de los gastos especiales en el caso del secuestro de Balda, exdirector de SENAIN, que fue Miembro del Consejo de Administración de Petroecuador (CAD) entre 2005 y 2006 durante el gobierno de Alfredo Palacio y cuyo paso por Petroecuador debería ser investigado ya que ingresó como Miembro del CAD luego de mi salida debido a mi oposición al traspaso del campo Tivacuno de una empresa privada a otra (Repsol – Murphy), a pesar de la existencia de un informe del Procurador General del Estado (2004) indicando que no había nada que traspasar porque ese campo pertenecía a Petroecuador, evidencia que en el gobierno de Correa florecieron los que estaban dispuestos a cumplir con la voluntad de sus superiores, aunque no sea en el mejor interés de la patria. ¿Cómo puede la ciudadanía ecuatoriana esperar buenas administraciones si quienes señalan lo que se está haciendo mal son removidos y reemplazados con otros que finalmente irán a parar a la cárcel? Esta enfermedad cancerígena de la corrupción no nació hace 10 años, sino que se profundizó.

El pueblo ecuatoriano debe conocer que este falso patriota no ha sido más que un hablador que era valiente con el poder en la mano, pero que no aplica sus palabras para sí mismo: «El único cobarde que conoce este país es el que ha salido corriendo varias veces para huir de sus responsabilidades por su deshonestidad … Uno no puede tener el más mínimo rabo de paja y esos comportamientos no son aceptables, él tiene que volver a dar la cara y si no viene a dar la cara, bueno seremos los primeros en denunciar ese acto de falta de responsabilidad».

Desaparecida la mano de Rafael Correa​ en la justicia y sin la intervención de los sumisos al «correismo», poco a poco quedan al descubierto algunos de los delitos cometidos por el gobierno de Correa, falseador de la verdad y manipulador de la información con propaganda mentirosa, mal utilizando los fondos del Estado, cometiendo peculado además de los delitos de los que se lo acusa, como el asesinato del General Gabela y el secuestro de Fernando Balda.

Correa, en entrevista con Jonathan Vale en CNN publicada en YouTube el 22 junio 2018, dice acerca de la justicia ecuatoriana actual exactamente lo que la justicia era en su propio gobierno, con la mano de él metida en ella. Se queja del fiscal, del contralor, del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, obviamente porque no son los puestos a dedo por él mismo. Además, reconoce que tiene miedo de ir a la cárcel. Tener miedo no es cobardía, pero debería ser valiente y enfrentar a su miedo y los cargos que se le imputan y defenderse como caballero en lugar de huir como cobarde, buscando la protección del asilo político que no le corresponde porque se lo acusa de delitos penales. No tendría miedo si no fuese culpable, pero lo tiene porque carece del poder del que abusó y de la guardia pretoriana que lo protegió mientras denigraba a los ciudadanos ecuatorianos que no se prestaban para su asalto a nuestra nación, empobrecida por él a pesar de la mayor bonanza de nuestra historia.

Su miedo es tan grande que no duda en quedar en ridículo. Recuerdo que hace muchos años, en entrevista con Lenin Artieda en Ecuavisa pregunté si era burro o sapo. Prefiere declararse burro, antes que ir a la cárcel por sapo, indicando cada vez que puede que no conocía a sus subalternos o no sabía lo que hacían. Dijo, por ejemplo, que no recuerda el informe del Comité Interinstitucional sobre la muerte de Jorge Gabela, pero ya no le queda credibilidad alguna. Al no cumplir con las medidas cautelares determinadas por el juez competente en el caso Balda, la prisión preventiva lo espera.