El pasado 25 de julio celebramos los 483 años de la fundación de nuestra ciudad. ¡Viva Guayaquil!
Pero en ese día no solo se gritaron loas, también se lanzó, a puro pulmón, el pregón electoral de las próximas elecciones seccionales. Se aprovechó el discurso de rigor para tomarle la lección a los asistentes y mediante preguntas, de las que se intuía e insinuaba su respuesta, nos recomendaron por quién no deberíamos votar los guayaquileños.
Para evitar confusiones, nos entregaron pistas claras del personaje sobre el que se hablaba. No fue necesario dar el nombre, el guante lo levantó de inmediato el aludido para descargar el ataque recibido. Con esto podemos dar por extraoficialmente inaugurada la campaña electoral para la Alcaldía de nuestra ciudad. Y debo decir que los nombres que se barajan hasta el momento como candidatos no me representan.
Al parecer algunos de esos candidatos serán escogidos por sus logros deportivos pasados, habilidades artísticas o exposición mediática, sin que hayan sido seleccionados por su preparación y trayectoria al servicio de nuestra ciudad. Algunos partidos y movimientos políticos parece que no han aprendido la lección; basta de poner en las listas a candidatos de tinte populista, que lo que tienen es una posible preferencia por su exposición, sus habilidades con el balón, entre otras parafernalias, que de ninguna manera contribuyen al adecuado perfil que debe tener el futuro burgomaestre de una urbe con tantos desafíos como Guayaquil.
Queremos estadistas y académicos, personas de bien, lo suficientemente preparadas para atender las necesidades de nuestra ciudad y sus habitantes. No queremos un alcalde que haga las veces de turista matutino, que todos los días viaja desde cantones cercanos a Guayaquil, para atender su “camello” en la ciudad.
No podemos equivocarnos, La ciudad ha sufrido una positiva transformación, que no debemos arriesgar con una votación a la ligera. Estemos atentos a los candidatos, sus perfiles y la viabilidad de las propuestas de campaña, para escoger al mejor sucesor para ocupar el Sillón de Olmedo.