La mujer, generalmente entra por los ojos, su belleza natural, la dulzura de su mirada, se captan fácilmente y producen una sensación de agrado, y luego, al tratarla, va calando más y más hondamente en el alma masculina, pero es indudable que lo primero que atrae de una mujer, es la belleza física.
No quiero con esto decir que una mujer que no es bonita, no tiene cabida. Como dice la canción española: “No hay ninguna mujer fea, pues por más fea que sea, yo le encuentro lo bonito.” Dentro de la parte física, hay muchos factores que embellecen a la mujer: su pelo, el brillo de sus ojos, su mirada, su faz, su figura, sus labios, su cuello, en fin, tantas maravillas que posee.
Cuando la llegas a conocer y conversas con ella, su conversación, cuando es una mujer inteligente, te enamora aún más y te atrae. La mujer es una caja de música celestial, conversar con ellas sobre cualquier tema, te embriaga y te transporta. El criterio natural de la mujer, es diferente del criterio del hombre, te abre horizontes hacia su alma y te permite conocer su interior y las maravillas que guarda en su mente. Ten, eso sí, cuidado, porque su prodigiosa memoria guarda hasta los más insignificantes detalles y recuerdos. Por eso es muy importante cuidarse de actuar, decir, e incluso, pensar en algo que pueda llegar a molestarlas.
La tercera belleza de la mujer y definitivamente la más valiosa y al mismo tiempo la más frágil y difícil de adquirir, es la belleza de su alma. Cuando llegas a conocerla bien, cuando logras enamorar su alma, llegas a conocer la gloria. El alma de la mujer es ternura, es serenidad, es el complemento perfecto para el alma masculina. Te transporta al séptimo cielo, te permite tocar con tus manos las estrellas, llena tu alma de alegría, de paz interior, de Dios.
No hay nada que pueda igualar esta belleza. Debemos aprender a disfrutar de todo lo hermoso de la vida, pero sin apego. Sin que esa maravilla sea un obstáculo para nuestra felicidad. Muchas veces, el miedo a perder algo, nos impide su disfrute. No perdamos nuestra alegría, nuestra felicidad, por sentimientos negativos que destruyen nuestra alma.
La mujer es el complemento ideal del hombre y el hombre es el complemento ideal de la mujer. La unión del hombre y la mujer es la maravilla que Dios puso en el mundo. Es la base de la familia, es la base de todo lo creado. La imperfección del hombre llevó a Dios a crear a la mujer, para completar su obra. Con ella, corrigió todos los defectos del hombre. Por eso son necesarias esas dos estructuras. Con ellas, Dios no solamente completó su labor, logró que su obra perdure por toda la eternidad, pues gracias a estas dos partes, se creó la familia, que es la estructura en que se asienta todo lo creado. Gracias a la familia, los hijos son la continuación de la creación y gracias a ella, pueden ser educados, guiados, preparados para la vida y para continuar la especie, para servirnos unos a otros y así cumplir con el plan divino de su obra.
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