22 noviembre, 2024

El último Fernet y los dientes podridos de Julio Cortázar

Era la madrugada del martes, hacíamos tiempo para salir hacia  Ezeiza, al Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini; la mejor manera de esperar y que el tiempo pase sin quedarnos dormidos fue encender la televisión. Primero fue un vídeo, en blanco y negro, con Sandro de América cantando con sus fans, “Dame fuego, dame, dame fuego”, después, el programa A Fondo de Radiotelevisión española, donde Joaquín Soler Serrano, también en blanco y negro, entrevista a Julio Florencio Cortázar. Aproveché la ocasión para sacarme una foto con el escritor, una foto-ficción, él dentro de la caja del televisor y yo afuera, de pie al lado de la tele, en la única habitación del departamento que alquilamos por esos días, en el bohemio barrio de San Telmo. 

La entrevista fue muy enriquecedora, y aunque no es actual, digamos que se actualiza sola y bien podría ser considerada una reliquia literaria y periodística; entre todo lo que escuché, me quedé más sorprendida con lo que vi. Vi a Cortázar con los dientes podridos, y con una personalidad tal, capaz de estar en la entrevista por televisión y mostrar sus dientes sin ningún reparo, fumando un cigarrillo tras otro. 

Nacido en Bruselas, Julio Florencio, no es argentino, el optó por ser francés; hijo sí de un funcionario de la embajada argentina en Bélgica y de una mamá argentina, decía que su nacimiento fue un producto del turismo y la diplomacia.   

Pero, “…no podíamos quedarnos solamente  en eso, el cine y el café y quererla tanto a Glenda…” es lo que se viene a mi cabeza cuando alguien dice Cortázar, mi libro favorito de este escritor. “Queremos tanto a Glenda”, una muestra de amor incondicional y devoción a la actriz Glenda Jackson. Claro que la novela va más allá, dice mucho y ¡con tanta poesía!

Entre otras cosas pienso en el Fernet e imagino que Cortázar debió tomarlo con regularidad ya que es esa  desagradable y amarga bebida, que más parece jarabe, la que los argentinos aman. Amargo e impasable después del primer sorbo, no lo había probado antes, esta vez mi hija Paula, quien vive en Argentina por estudios, me invitó a probar; fue el primer y último fernet de mi vida, realmente amargo como ese momento de decirle adiós a Paula, cuando nos despedimos esa madrugada de los progamas en blanco y negro para no dormirnos porque debíamos ir al aerpuerto tipo tres de la madrugada. Los argentinos aman el Fernet, consumen casi el 75% del Fernet producido en el mundo, y así también se beben cuatro veces el promedio mundial de Coca Cola, ya que este licor y la cola se mezclan en un vaso lleno de hielo, y se lo toman. 

Así son los argentinos, con su trago amargo y sus obsesiones, “Vivimos la felicidad del séptimo día, del descanso después de la creación…” yo sigo con Glenda. 

En esta ocasión, visitamos el Museo de Arte Moderno  a donde  la exposición Historia de dos mundos, nos sorprendió con sus “Bordados cosmológicos y arquitecturas mentales”, lo que me llevó a la pauta de adentrarme en esa propuesta que más allá de arstística parecería filosófica y hasta mística, por no llamarla demencial. 

Del Parque Japonés a donde fuimos, me traje el día de lluvia y el bello paisaje, junto con unos recuerdos de Naruto y unos llaveros de felicidad que Paula envió a sus hermanos mayores. 

Así pasaron los días, ya que lo que cuento no sucedió todo en la misma madrugada de la espera, ocurrieron las cosas en diez días,  con algunas noches de espera cuando las niñas se iban de discoteca en Buenos Aires. Pudimos cenar con las amigas de Paula, y acompañarlas un rato mientras organizaban la farra en su casa; retirar los muebles a los costados, encender la música y tener listo el ron y la cola, para, en las afueras de la gran capital preparar el Cuba libre que hemos deseado tanto los americanos. 

Asistí a mi curso de Elección de Posibilidades de Access Consciouness, dictado por Gary Douglas, salí de ahí con el cerebro frito, después de tres días de reseteo, pero con una interesante intensidad de realizar cosas en el futuro que ahora, mientras escribo, ya es el presente. 

De San Telmo extraño el bar del gato dibujado en la pared, en donde nos recibía cada noche el mismo señor amable, que no entendía por qué pedíamos solo dos copas de sangría en lugar de una jarra entera… y así la noche uno de tributo al rock y a los Beatles, la noche dos al jazz, por eso no fui, la noche tres de Salsa, la cuatro de Cerati,… y la última noche de canta autores que cantaban algo que no comprendí y que sonaba mal, pero que para Paula y Karyna fue de espectáculo y de fotos y seguir en Instagram con los cantantes…uno llamado Tomy Port, entre otras bandas… 

Paula estuvo con nosotros casi todo el tiempo, conocimos al Maldi, a José (de quien recibí un lindo correo con comentario sobre mi última novela, La Luna Azul de Julio)  No de Julio Cortázar precisamente.  Conocimos a Mateo, con quien nos sentimos muy a gusto en aquella cena. Nos sentíamos felices estando un poco en ese nuevo mundo de nuestra hija, el pajarito lejos del nido… aunque los problemas no se dejan en migración y ella percibió la tensión que había esos días entre su papá y yo, y así lo dijo: “me molesta la tensión que hay entre ustedes”, -¿te molesta?-, pues eso es lo que hay, y con ella y todo vinimos a verte porque te amamos, nos tienes aquí y nos tienes juntos, ¡muchos quisieran estar en tu lugar!… y la tensión mejor se fue, ya que no le dimos cabida; eran unos días fríos, a veces con lluvia, un invierno argentino para no olvidar, caminando por Recoleta o por Palermo, comiendo, riendo y comprando también. Fueron los días de contemplar la bella vista desde el Puente de la mujer en Puerto Madero, ver como en la noche la contemplación es más bella…y si estamos juntos ¡es mejor aún! 

También pasó la noche del aborto en el senado argentino, pude escuchar a Cristina Fernández hablar y hablar con un hilo conductor sin decir nada…entendí claramente que sus nietas en diez años hablarán de ella con sus amigas, quienes les preguntarán  ¿qué hizo tu abuela cuando fue senadora? Y ellas responderán: ¡eso! Si en algo tuvo razón fue en decir que esa noche la legalización del aborto no se iba a dar, y no se dio. 

Llegó el momento, era  la hora de salir de San Telmo hacia Ezeiza, miré la fachada del edificio  frente al nuestro, también tenía un gato y decía (dice): “Albergue transitorio”, el primer día pensé que era un lugar de tránsito para los mendigos o los migrantes…luego entendí que era un lugar de paso para los que buscan el amor a donde nunca estará, talvez sólo busquen el placer, era (es) un motel. Y bueno, nos fuimos en el remís que Paula envió para nosotros. Y entre Glenda y Paula hay una línea invisible marcada por el afecto, la devoción y la libertad… 

“…Ahora nos reuníamos con una liviandad de ángeles o de pájaros en un presente absoluto que acaso se parecía a la eternidad …”  

Había que irse


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4 comentarios

  1. Muy buen relato en in momento pensé que era parte de una novela de Isabel Allende. Felicitaciones y muchas bendiciones para ti Karina

  2. No son dientes podridos, están manchados por el tabaco. Como todo el que fuma obstinadamente. La entrevista está hace décadas en youtube. El Fernet es italiano, hace parte de la vieja costumbre europea -y larga lista de licores- de beber «digestivos». No sé de dónde eres pero luces muy apegada a las costumbres de tu pueblo.

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