Esta carta, escrita hace más de 300 años por Matthias Claudius Pastor cristiano, alemán (1740 – 1815), a su hijo, es una preciosa joya de la literatura. Es una carta que, pese a la antigüedad, lleva tantos principios y valores, tan necesarios hoy en día, que me permito copiarla y recomendar su lectura.
A mi hijo Juan
No tengo oro ni plata
Mas lo que tengo, te lo doy
San Pedro en Hch 3:6
Querido Hijo:
Lentamente se aproxima el tiempo en que debo emprender el camino que no tiene regreso; no puedo llevarte conmigo y te dejo en un mundo en el que los buenos consejos no salen sobrando. Nadie es sabio de nacimiento. Aquí el tiempo y la experiencia enseñan y limpian la conciencia. Yo he observado el mundo más tiempo que tú. Querido hijo, no todo lo que brilla es oro. He visto caer muchas estrellas del cielo y quebrarse muchos bastones en los que uno confiaba para poderse sostener. Por eso quiero darte algunos consejos y decirte lo que yo encontré y lo que el tiempo me ha enseñado.
Nada es grande si no es bueno y nada es verídico si no perdura. No te dejes engañar por la idea de que puedes aconsejarte solo y que conoces el camino por ti mismo; este mundo material es para el hombre demasiado poco y el mundo invisible no lo percibe, no lo conoce; ahórrate pues, esfuerzos vanos. No te aflijas y ten conciencia de ti mismo. Considérate demasiado bueno para obrar mal; no entregues tu corazón a cosas perecederas. La verdad querido hijo no es gobernada por nosotros, sino que nosotros debemos ajustarnos a ella.
Ve lo que puedas ver y para ello usa tus propios ojos, y con respecto a lo invisible y eterno, atente a la palabra de Dios.
Mantente fiel a la religión de tus padres y huye de los merolicos teólogos.
No desconfíes de nadie tanto como de ti mismo, dentro de nosotros vive el juez que no engaña y cuya voz es más importante para nosotros que el aplauso de todo el mundo y la sabiduría de los griegos y egipcios; hazte el propósito hijo, de no obrar contra su voz y si algo piensas, o intentas hacer, póntelo primero en la mente y pídele consejo a tu juez interno; al principio el hablará únicamente en forma muy suave, balbuceando como una criatura inocente, sin embargo, si honras su inocencia, soltará su lengua y te hablará en forma más perceptible.
Aprende con gusto de los demás, y escucha con atención donde se hable de sabiduría, dicha humana, luz, libertad, virtud, pero no confíes inmediatamente en todo, porque no todas las nubes llevan agua, y existen diversos caminos para seguir. Hay quienes creen que dominan una materia porque hablan de ella, pero no es así hijo mío, no se tienen las cosas por poder hablar de ellas, palabras solo son palabras y ten cuidado cuando fluyen en forma demasiado hábil y ligera, pues los caballos cuyos carros están cargados de mercadería, avanzan con pasos más lentos.
Nada esperes del trajín ni de los trajinantes y ¡pásate de largo donde haya escándalo callejero!
Si alguien quiere enseñarte sabiduría, mírale la cara, si lo ves enorgullecido, ¡déjalo! y no hagas caso de sus enseñanzas por más famoso que sea, ¡lo que uno no tiene, no lo puede dar! Y no es libre aquel que puede hacer lo que quiere, sino que es libre aquel que puede hacer lo que debe hacer, y no es sabio el que cree que sabe, sino aquel que se percató de su ignorancia y logró sobreponerse a la vanidad.
Piensa con frecuencia en cosas sagradas y ten la seguridad de que ello te traerá ventajas. ¡Así serás como la levadura que fermenta la masa del pan!
No desprecies religión alguna, puesto que están consagradas al espíritu y tú no sabes lo que puede estar oculto bajo apariencias insignificantes; ¡desdeñar algo es fácil!, hijo… pero es mucho mejor comprenderlo.
No instruyas a otros hasta que tú seas instruido. Acógete a la verdad, si puedes, y gustosamente permite que te odien a causa de ello; has de saber, sin embargo, que si tus cosas no son cosas de verdad, cuida de no confundirlas, puesto que de ser así, vendrán sobre ti las consecuencias.
¡Simplemente haz el bien! y no te preguntes por lo que de ello resulte.
Quiere sólo una cosa y esa, ¡quiérela de corazón!
Cuida de tu cuerpo, pero no de tal manera como si fuera tu alma.
Obedece a la autoridad… y deja que otros la discutan.
Se correcto con todo el mundo, pero no te confíes fácilmente.
No te mezcles en asuntos ajenos, y los tuyos, arréglalos con diligencia.
No adules a persona alguna… ¡y no te dejes adular!
Honra a cada quien según su rango… y deja que se avergüencen si no lo merecen.
No quedes debiéndole a persona alguna, pero sé afable, como si todos fueran tus acreedores.
No quieras ser siempre generoso, ¡pero procura ser siempre justo!
A nadie debes sacar canas, sin embargo, cuando obres con justicia, no te preocupes por ellas.
Desconfía de la gesticulación y procura que tus modales sean sencillos y correctos.
Si tienes algo, ayuda y da con gusto y no por ello te creas superior, y si nada tienes, ten a mano un trago de agua fresca y no por ello te creas menos.
No lastimes a doncella alguna… y piensa que tu madre también lo fue.
No digas todo lo que sabes, ¡pero siempre debes saber lo que dices!
No te apoyes en algún grande; no te sientes donde se sientan lo burlones, porque ellos son los más miserables de todas las criaturas.
Respeta y sigue a los hombres piadosos, más no a los santurrones; el hombre que tiene en su corazón verdadero temor a Dios, es como el sol que brilla y alumbra, aunque no hable.
Haz lo que merezca recompensa, ¡pero no pretendas obtenerla!
Si tienes dificultades, quéjate ante ti mismo y ante nadie más.
Lo mejor que puedes dar a un enemigo, es el perdón. A un oponente, tolerancia, A un amigo, oídos. A tu hijo, buen ejemplo. A tu madre, una conducta que la haga sentirse siempre orgullosa de ti. A tu prójimo, caridad. A ti mismo, amor propio.
Ten siempre algo bueno en la mente. Cuando yo muera, ciérrame los ojos y no me llores; ayuda y honra a tu madre mientras viva… y entiérrala junto a mí.
Que belleza don José Fernando.
Gracias, Vicente!
Otro sería el mundo si los padres les dieran a sus hijos adolescentes esta carta y lograran que ellos reflexionaran y asimilaran los consejos.
Yo la he pasado a mis hijos y a mis nietos y siempre que puedo hablo con ellos sobre el contenido de la misma.
Un fuerte abrazo
José Fernando
Gracias, Vicente!
Otro sería el mundo si los padres les dieran a sus hijos adolescentes esta carta y lograran que ellos reflexionaran y asimilaran los consejos.
Yo la he pasado a mis hijos y a mis nietos y siempre que puedo hablo con ellos sobre el contenido de la misma.
Un fuerte abrazo
José Fernando