Frente a la historia

Es vox populi la conclusión de que la Constitución de Montecristi fue la obra señera y perversa del gobierno anterior. Con ella aquel cargado de mesianismo y de vil autoritarismo conjuntamente con sus serviles y sumisos destruyeron miserablemente la democracia y las instituciones del estado ecuatoriano, sin salvedad alguna.

Aquella permitió a la banda que gobernaba, salvo raras excepciones, atracar los fondos del estado y cometer inauditos actos de corrupción que todos los días salen a luz pública, que ojalá sean debidamente investigados y sancionados de manera ejemplar con la fuerza de una justicia sabia e imparcial para que el Ecuador  de nuestros hijos no tenga que soportar una administración pública purulenta y pestífera.

Siendo lo anterior amarga realidad, nuestro gobernante en la soledad del poder ha de meditar que es él quien está frente a la historia. Que sus acciones a mas de estar dirigidas a soluciones integrales y eficientes, deben ser prontas y estructurales, no simples paliativos. Por ello, el pueblo anhelaría que su pensamiento y acción sean las propias de un estadista que trasmita fe y esperanzas; con decisiones nunca partidarias o benefactoras de sectores; que el bien común sea el objetivo nacional y ejecute además, de las que con oportunidad y firmeza realiza el CPCCSt, profundas reformas administrativas y constitucionales al Estado, como:

Liberar la administración pública de aquellos servidores que han actuado al margen de principios éticos y morales, cortando así el cordón umbilical que los une con aquel que destruyó la economía del país, ofendió y encarceló a quienes opinaban diferente o denunciaban los actos de corruptela.

Conformar un pequeño grupo de académicos y profesionales de mentes lúcidas, sabias, honestas y espiritualmente cargados de amor patrio, para que sin inclinaciones ideológicas redacten un proyecto reformatorio a la Constitución actual, para entregársela al pueblo soberano y en referéndum sea aprobada. Dios quiera sea acogida y respetada por muchos años. Instrumento que privilegie debidamente la división de los tres poderes del estado como sabiamente nos legó Montesquieu, con instituciones que por estar bien definidas sean de óptimo equilibrio político en la administración estatal. Donde exista un Congreso Nacional constituido por un reducido número de personas que cumplan con las exigencias de probidad, honorabilidad, y, además, estén dotadas de los conocimientos que para esas funciones requiera la república. Entonces tendremos congresistas respetables y respetados que no requieran de asesores de ninguna clase, pues ellos serán lo suficientemente capaces. No habrá espacio para impreparados o faranduleros.

Integrar una Corte Suprema de Justicia, que por su jerarquía sería además de orden Constitucional, institución que deberá ser muy exigente para que quienes opten por pertenecer a ella tengan los conocimientos propios para tan alto cargo. Serán juristas probos, honestos e inteligentes, pues deberán administrar justicia con equidad aplicando correctamente la ley. Esta misma función conformaría un Consejo Administrativo que fundamentalmente tenga el cometido de realizar los concursos académicos para establecer las capacidades de quienes aspiren por las magistraturas de las cortes provinciales, jueces, secretarios y más funcionarios, quienes finalmente serían nombrados y juramentados por la Suprema Corte.

Elegir autoridades de control que a más de sus dotes intelectuales, morales y personales, sean propuestos por el presidente de la república con la aprobación del Congreso y Corte Suprema. Procedimiento que bien podría ser aplicable para la designación de los miembros de un imparcial Tribunal Electoral. De modo que no habrá en el futuro CPCCS como aquel perversamente creado en la Constitución de Montecristi.

Determinación  del número de áreas de la administración pública en el propósito que sean específicas, a fin de que se reduzcan los ministerios y secretarías en número mínimo pero suficiente, cuyos titulares sean nombrados por el Jefe de Estado, previa justa valoración de sus antecedentes personales y de honorabilidad, así como el suficiente conocimiento en la respectiva área gubernamental.

Capítulo especial debe merecer el correspondiente a la educación, en el que se determine que a nuestros niños y jóvenes por ningún motivo se los inducirá a seguir ideologías de género que por equivocadas son perniciosas. La educación debe estar orientada a que ellos aprendan a construir su propio criterio de una manera sabia y objetiva atendiendo a lo que sabiamente ha determinado la naturaleza humana.

Si el anhelo de tener nueva constitución se hace realidad, el pueblo habrá tirado cual trasto viejo al basurero de la historia aquella que destruyó nuestro presente.