“… Siglo veinte, cambalache, problemático y febril…” La descripción del mundo que hace el tango Cambalache (1935), adelantó la época que vivimos y que ya, en esa época, vislumbraba el camino por el que íbamos.
Se unió a ello, la revolución sexual de los sesenta y la lucha, al comienzo justa, por los derechos de las minorías. El mundo dio un giro de 180 grados y, como dice Calapayún hizo “que la tortilla se vuelva…”. Desgraciadamente, se permitió hasta lo intolerable.
Vale la pena explicar un poco que es tolerancia: “La tolerancia se basa en el respeto al otro, o a lo que es diferente de lo propio”. “La tolerancia es un valor moral que implica el respeto íntegro hacia el otro, hacia sus ideas, prácticas o creencias, independiente de que choquen o sean diferentes de las nuestras.”
La tolerancia nos lleva al respeto, que es uno de los valores morales más importantes del ser humano, pues es fundamental para lograr una armoniosa interacción social. Una de las premisas más importantes sobre el respeto, es que para ser respetado, es necesario saber y aprender a respetar también. El respeto tiene la obligación de ser mutuo y nacer de un sentimiento de reciprocidad. El respeto debe aprenderse. Respetar no significa estar de acuerdo en todos los ámbitos con otra persona. Se trata de no discriminar ni ofender a esa persona por su forma de vida y sus decisiones, siempre y cuando dichas decisiones no causen ningún daño o irrespeten a los demás. Es decir, respetar es ser tolerante con quien no piensa igual que tú, con quien no comparte tus mismos gustos o intereses, con quien es diferente o ha decidido diferenciarse. El respeto a la diversidad de ideas, opiniones y maneras de ser, es un valor supremo en las sociedades modernas que aspiran a ser justas y garantizar una sana convivencia. El respeto a los demás, a su religión, a sus ideas, a su forma de proceder, siempre y cuando no irrespete los nuestros, es una de las reglas esenciales para tener una relación sana con los demás.
Una aberración de la tolerancia es la mojigatería. Un mojigato es una persona que se escandaliza con facilidad y manifiesta un sentido exagerado de la moral. Mojigatería es un adjetivo que se emplea en sentido despectivo, ya que se considera que la moral excesiva no puede ser sincera, sino que obedece a una actitud fingida o hipócrita. No podemos pues, obrar como mojigatos. La actitud beligerante e intolerable que manifiestan estos grupos minoritarios, nos obliga a reclamar igualdad de condiciones. Respetamos sus ideas, toleramos sus formas de vida, pero es inconcebible que pretendan imponernos sus ideas y sus formas de vida. Estamos convencidos de que Dios nos creó hombre y mujer, estamos completamente seguros que la relación normal es la de la familia: HOMBRE, MUJER e HIJOS, que los padres se deben respeto y amor, que tienen la obligación de criar y educar a sus hijos, para continuar el ciclo de vida natural, que ha permanecido inamovible desde el inicio, que en todas las épocas ha habido personas desviadas de ese sistema y que hubo un tiempo en que hubo discriminación y ataque, pero que con sindéresis y aceptación, hemos cambiado. No podemos ahora admitir que ellos pretendan imponer, y peor como deseable, la forma de vida que ellos viven.
¡La ideología de género es absurda! ¡Genética y biológicamente somos hombre y mujer! Hay excepciones, pero nunca pueden ser las excepciones, el patrón normal de vida.