La economía es una exquisita ciencia social porque combina la rigidez científica de los modelos matemáticos con el suigéneris arte político de vender perspectivas. La economía no miente, no así sus operadores. En el caso ecuatoriano, carente de real inversión extranjera y con una abultada deuda en constante crecimiento, los indicadores económicos señalan una marcada disminución en el consumo, un crecimiento económico de apenas un por ciento y, el desempleo y subempleo en aumento. Si el socialismo fue lo que produjo esta monumental debacle, no será más socialismo, de la denominación que fuese, el motor del cambio hacia el porvenir. La proforma del PGE 2019 es un atentado a la racionalidad y constituye un insulto a la inteligencia económica del país.
La nación necesita un plan económico de mercado que confluya hacia un decidido apoyo sistémico que permita al país generar un crecimiento económico sostenible, sin el cual no será posible conjurar la crisis. Lenín Moreno, comandante en jefe de la política ecuatoriana, carece de un programa económico reconocido internacionalmente y en consecuencia no genera confianza en dichas esferas. Sus pésimas decisiones político económicas y limitada capacidad de liderazgo convergen en sobre expectativas en materia de inversiones y una inminente recuperación carente de sindéresis.
Revertir los pésimos resultados es posible, pero no con la economía del agachadito aplicada por incompetentes bajo el silente comando de Moreno, a quien el país “hasta (le) importa un bledo”.