La ideología política no ha dejado de existir, pero en la práctica su influencia se ha reducido producto del carisma y habilidad de unos pocos individuos en conquistar seguidores a gran escala. Hoy pesan más las individualidades en una rara combinación de populismo en la captura de masas y liberalismo en la supremacía del individuo.
En el amplio y extenso sentido ideológico ha sido mucho más común ver a prestantes individuos que deambularon por la izquierda terminando eventualmente en la derecha. En el plano más universal, Mario Vargas Llosa fue en su juventud literaria un gran admirador de la causa socialista hasta que la racionalidad logró convertirlo en uno de los máximos exponentes de la libertad de expresión y el libre mercado. Más aún, Ronald Reagan fue políticamente un demócrata antes de convertirse en republicano y eventualmente liderar la última gran revolución del pensamiento conservador (liberal para el entendimiento latinoamericano) estadounidense. Oswaldo Hurtado fue también un hombre de izquierda quien con el paso del tiempo consiguió vencer la demagógica estrechez de las doctrinas de encerramiento y abrazar la apertura como única vía al desarrollo individual y colectivo.
El actual individualismo representa la máxima expresión de una libertad que ha derrotado al socialismo y endosa a la sociedad la responsabilidad por descifrar el carácter, intencionalidad y pragmatismo de los interlocutores, precisamente de ese individualismo, en su eventual toma de decisiones para bien o mal de dicha sociedad.
Muy buen análisis Indudablemente existen otros exponentes del intelecto que han surcado esa metamorfosis ideológica, no solo en América, si no en Occidente en general y que decir de aquellas mentes inquietas sobre estos temas y que les ha tocado engrosar esa masa silente de intelectuales, politólogos y pensadores, sometidos al garrote represivo de gobiernos dictatoriales, en países más lejanos y sometidos a la opresión oprimidos