Situados históricamente a finales de lo que hubiera sido el tercero de los gobiernos largos de Hugo Chávez y el cuarto o quinto, si contamos igualmente los dos primeros, muy cortos, de entre el noventa y nueve y dos mil, basta con echar la vista atrás para darnos cuenta de que mucho o nada ha cambiado en estas dos décadas de socialismo urgido, mas que urgente, del siglo XXI; bautizado equivocadamente, como nuevo, por su principal mentor.
La única novedad, por así decirlo, es que el gobierno que se acaba formalmente, término a falta de otro mas exacto y que utilizamos por convención mas que por convicción, no es el de Chávez sino el de Nicolás Maduro. Y para muchos, esto hace una gran diferencia que le hubiese dado otra cara a este último lustro de gobierno “madurista”. Definitivamente, con Chávez hubiese sido distinto si se toma en cuenta su carisma y presencia internacional, de reconocido socialista e izquierdista, que no es exactamente lo mismo, así como su liderazgo tercermundista; cualidades con las que disputaba al propio Fidel popularidad mundial y de las que carece Maduro, según quienes así piensan. Además, están ahí, aún frescos en la memoria, como referencias importantes, sus catorce años anteriores de gobierno, en los cuales nunca se llegó a una situación de penuria extrema, con carencias de todo tipo, como la actual.
Pero ¿es realmente ésto, así de cierto? Particularmente lo ponemos en duda. Más allá del simple hecho de que Maduro no es Chávez, la única verdad es que la gallinita de los huevos de oro que era PDVSA, cuando la recibió aquél en 1999, no se transformó en la ruina que es ahora mismo por el solo hacer de Maduro, pues ya venia herida de muerte, convertida en cualquier cosa menos en una empresa eficiente, desde principios del 2003, cuando fue definitivamente ideologizada y repartida tribalmente, para quedar supeditada a otros intereses distintos a los que vinieron animándola durante un cuarto de siglo y que la condujeron a ser una de las tres principales petroleras del mundo. Aunque siempre cabe pensar que esos nuevos intereses son mas elevados por el simple hecho de ser socialistas, ahí está la historia reciente de lo que va de siglo, aun en pleno desarrollo, para desmentirlo; incluso el del contenido del eslogan publicitario aquel de “PDVSA es del pueblo”.
Igualmente, no es original de Maduro aunque la haya hecho propia, pues ya nadie se acuerda de lo que se decía hace menos de una década, la tesis de la guerra económica, la cual se viene argumentando diariamente como excusa, por parte del gobierno, para para justificar sus nefastas políticas sociales y económicas, que no nos atrevemos a calificar de incompetentes, dada la fuerza de la lógica que permite presumir que tales acciones son intencionalmente planificadas y diseñadas, pues ningún gobierno puede, por tanto tiempo, hacerlo tan mal por pura ignorancia sin aprender como corregirse en el camino.
Ni fue Maduro a quien se le ocurrió primero, convocar una Asamblea Constituyente al margen de la Constitución vigente; aunque pueda tratar de justificarse alegando que es una cuestión de interpretación y que si el máximo tribunal del país, una de sus principales instituciones, así lo ratifica, cualquier otra opinión se hace irrelevante. Y quien dice Constituyente dice Constitución nueva, no importa que la sustituida sea la de Chávez, si ello permite simular una apariencia de legitimidad, esa
misma que otorga el pueblo cuando vota, sin importar si es contra si mismo.
Tampoco fue iniciativa de Maduro emular el modelo cubano en lo social, en lo económico, en lo militar y en lo político; ni en utilizar a su antojo los mecanismos electorales para afincar su gobierno, incluso atrasándolas como hizo Chávez en el 2000 o, contrariamente, adelantándolas como ocurrió con las presidenciales de Mayo pasado. En todo caso, le corresponde a Maduro el haberlo acelerado y profundizado.
Por eso escuchar a estas alturas que habrá otra de tantas elecciones y que se hace necesario que la gente acuda a votar para no perder espacios políticos, etc, resulta cansón y hasta aburrido, pues la cúpula opositora lleva conformándose con ese discurso sin resultados convincentes, el mismo tiempo que el chavismo lleva haciendo lo suyo. No creemos de mayor trascendencia, pues da lo mismo, que haya elecciones regionales, municipales o nacionales a fin de año, o a principios o a mediados del siguiente, o que no las haya. O que una constitución a la cubana aparezca de repente, pues solo se trata, al final del día, de maquillarse un poco para empezar otro; de mantenerse en el poder, ese que cuesta dejar, después de que uno se acostumbra, porque crea una adicción, tal como lo acaba de confesar el propio presidente de Bolivia en unas declaraciones ofrecidas con motivo de recibir un doctorado “honoris causa” de una universidad guatemalteca. Si, Evo Morales, uno de los franquiciados de Chávez, de quien aprendió muy bien el ejemplo, hasta el punto que se convertirá el próximo año, en el presidente electo con mas tiempo en el poder.
Ese mismo de quien, al igual que de Chávez al comienzo y de Maduro ahora, se decía que no llegaría al final de su mandato, que era un ignorante, que no sabría manejarse, que no sabia hablar, etc. Y es que además del continuismo de Chávez y Maduro, si hay algo que no ha cambiado en todo este tiempo, al menos en Venezuela, es paradojicamente la dirigencia opositora y su perspectiva política de la realidad.