Por el año de 1956, Guayaquil tenía 250.000 habitantes, el suburbio llegaba hasta la Séptima y ningún puente había cruzado ningún estero de los ramales del Estero Salado o del Estero Cobina, salvo el puente 5 de Junio, que permite el ingreso a Guayaquil, hacia la calle 9 de Octubre, hoy, la ciudad tiene 2.500.000 Htes. (10 veces más).
De las ciudadelas que recuerdo: Solo existían San Pedro al norte y la Saiba, al sur; no existían Los Ceibos, ni ninguna de las siguientes: La Atarazana, Urdesa Central y Norte, ni Miraflores, ni Puerto Azul, ni las sgtes., ni Las Malvinas, ni los Guasmos, ni los asentamientos populares, donde se levantan los edificios de la Corte Provincial de Justicia. Pascuales era un pequeño asentamiento, que posteriormente se convirtió en un lugar divertido, sobre todo los Domingos en la tarde.
Ese Guayaquil, era un Guayaquil tranquilo, su arteria principal, 9 de Octubre, era romántica y de paseo vehicular y encuentro de grupos de la gente joven a nivel colegial. Sus casas eran antiguas, de madera, de 2 pisos y con ventanas con chasas, altos tumbados y muy ventiladas.
La Plaza del Centenario, era el paseo popular por excelencia, los Domingos.
Solo existían las líneas de buses hasta la No. 11, que entraba al suburbio y la No. 7 que pasaba por el antiguo Estadio Capwell, (Hoy, ampliado y modernizado, de propiedad del Club Deportivo Emelec).
No había delincuencia organizada, ni pandillas, y en los barrios “paraban” gente buena y trabajadora, que cuidaba a las familias de los vecindarios, de los ladrones, que empezaban, sus fechorías, pasadas las 12 de la noche, hasta las 3 am.
Vehículos sport, había muy pocos., Sólo los ejecutivos de grandes empresas comerciales tenían vehículos privados o particulares y la Industria no estaba desarrollada, salvo la de bebidas refrescantes (colas) y de ciertos jabones para lavarse las manos. La ropa, se hervía en tarros de lata, en fogones con carbón, o de leña.
Las casas, -eran de madera o mixtas. Las de cemento armado, no existían y los techos eran de planchas de zinc, que terminaban en canalones, que cuando llovía, esas aguas lluvias, bajaban por anchos tubos, verticalmente hacia la planta baja, y esas aguas -chorros- a un metro y medio del suelo, servía a los chicos para bañarse en ellos, para sacarse el calor o la tierra, después de jugar pelota (con pelota de trapo), en las veredas; los más grandes lo hacían en las calles -que los cerraban al tráfico vehicular-.
Eran los tiempos del “indor-fútbol”, del trompo, de las películas, del baño en el Estero Salado, con las altas mareas matutinas y de los “cánticos”: “Que llueva, que llueva, que la bruja está en la cueva”……
La superficie de la ciudad no superaba la superficie del Ingenio San Carlos; los vehículos no llegaban a 2.000, (ahora, superan los 500.000). Eran los tiempos del teléfono de 3 dígitos, que la operadora, te comunicaba, con tu interlocutor.
Eran los tiempos del “Palo encebado”, de las “cintas” que se enganchaban a unos aritos con un clavo, en bicicleta, y si lo lograbas, te la llevabas a tu casa, hasta la próxima fiesta del “Día de la Raza”, (hoy,”día de la interculturalidad”). Y de las “madrinas” de los barrios.
Eran los tiempos de los “Cajetines”, del “Cuerpo de Bomberos”, cajetines que los rompias para llamar a la Central, en caso de incendios o de “falsas alarmas”, numerados, cuyos números se “repetían” en la Central de la calle 9 de Octubre, que a base de ruidos de sirena, los repetían secuencialmente, para alertar a los dueños o arrendatarios de esos inmuebles, en la zona central de Guayaquil.
Sirena, que también, inexorablemente sonaba a las 12 del dia, para anunciar que había terminado la jornada laboral de la mañana; pues habían las 2 jornadas laborales, de 8 am a 12 am y de las 14H00 a 18H00, al menos, el Comercio, del “Casco Central”, cuyos puertas de fierro, enrolladas, de tales locales comerciales de planta baja, subían y bajaban, al son de los relojes.
Eran las épocas de la puntualidad, de las 3 comidas al día, del “calentado” en las mañanas, y de las tazas de leche de vaca, de las haciendas de Durán o de “Cerro Azul”.
Eran otros tiempos, tiempo donde las abuelas vivían en casa con sus nietos. Tiempos que se prolongaron, con ligeras variantes, hasta los años 60/70 del siglo pasado.
Desde esa fecha a la presente, todo cambio, la ciudad creció desordenadamente, el campesino migró del campo a la ciudad, y formó los cordones de miseria, invadió los terrenos al sur, formando, los Guasmos.
Los políticos demagógicos, impulsaron las invasiones, para después entregar -casi regalados- terrenos de 6 mts. de frente x 10 mts. de fondo. Los Alcaldes de las Dictaduras, también las fomentaron para después vendérselos a sus invasores a S/.10 (sucres), el m2.
Los municipios, ante tal crecimiento abismal de la ciudad, colapsaron y no pudieron solventar los servicios públicos que requerían esas extensa zonas suburbanas. Se incrementó, el servicio de agua por “TANQUEROS” y rellenaron con “cascajo” de mal material, los solares invadidos y las callezuelas que separaban sus manzanas, unos Alcaldes -no todos-, otros, con “relleno hidráulico”, (arena mojada y hedionda, extraída del fondo del Río Guayas).
La insalubridad, las “huelgas” de los trabajadores de aseo de las calles, el deshuesamiento de los pocos vehículos recolectores de basura, sus huelgas y la inmundicia de la ciudad, la convirtieron, en la ciudad de los malos olores: “Guayaquil de mis olores”, (por amores), que años antes, tenía el calificativo de “Ciudad Limpia Clase A”. Eran los dichos de esos años, los malos tiempos, gracias a Dios pasaron.
Era la época de los lanzamientos de juguetes para los niños pobres, por los balcones del municipio por “resbaladeras”, mandadas a construir expresamente para las navidades, que resultaban, -por su forma de hacerlo- un insulto a las clases populares.
Eran las épocas de los “Pelados”, (Policía Metropolitana de Hoy), que perseguían y golpeaban con las hebillas de sus uniformes de soldados, todos los días, de Lunes a Viernes, a los alumnos del Colegio Nocturno César Borja Lavayen. (Calle Chimborazo y Sucre), si mal no recuerdo. Que protestaban contra el Alcalde turno.
“Tiempos idos y no volvidos”, como se estilaban los “dichos” de los mayores, pero que es necesario recordarlos, hoy que ya entramos a la etapa electoral de Alcaldes y Prefectos y otras dignidades Comunitarias, para que recuerden “UN ANTES Y UN DESPUÉS”, que no se puede negar ni minimizar.
Que el servicio a las Ciudades, a las Provincias y a las Comunidades, sea el único objetivo que los mueva a los candidatos, a tales dignidades.
No es el tiempo de las ideologías, del siglo XXI, ni de género. Esas ya tuvieron su oportunidad, con administradores ineptos y desastrosos funcionarios públicos, entre corruptos y cínicos, que el Ecuador, ni los ecuatorianos, los volverán a elegir nuevamente, aun cuando se disfracen de “corderos”, de “Caperucitas Rojas”, de “víctimas” o de “perseguidos políticos”. Ya nadie les cree.
Bien por el avance positivo de la Patria. Bien por el país de la “Nueva Vida”, que es distinta a la “NOVA VITA”, de los cementerios.
Avancemos Patria. Que el tiempo es oro.