Acaba de reseñarse en los medios la muerte en el Hospital Militar de Caracas, del ingeniero Nelson Martínez quien se encontraba detenido, desde finales del año 2017, acusado de corrupción por el gobierno de Maduro, después de haber sido presidente de PDVSA y Ministro de Hidrocarburos. Con motivo de dicha noticia me voy a permitir reeditar un artículo, con este mismo título, que escribí en el año 2008 para la prensa de entonces.
¨Según la antigua mitología griega, Crono dios del tiempo humano, se comió a sus hijos tratando de impedir que se cumpliera la profecía de acuerdo a la cual sería destronado por uno de éllos; al final como siempre ocurre en estas cosas, uno, Zeus, se salvaría, al ser escondido por su madre quien engañaría al dios dándole a comer un peñasco, envuelto en una manta, que simulaba ser el recién nacido.
En la vida real como en las revoluciones, también ocurre algo parecido aunque sin oráculos, ni profecías, pues ya no hacen falta como excusa o argumento. La naturaleza humana, en muchos casos tan aferrada al poder, resulta ser una explicación más que suficiente. Ejemplos de ésto sobran no solo en la Revolución Francesa, sino tambien en la Rusa, por mencionar dos de las más conocidas. En la primera, la lista es inmensa: Hébert, Brissot, Danton, Marat, Couthon y el propio Robespierre, por mencionar solo algunos de sus “hijos” más notables. En la segunda, ocurrió algo parecido, Kámenev, Zinoviev, Sokólnikov, Bujarín, Yezhov, Tujachevsky, Yagoda, y Trostky, entre muchísimos otros, fueron asesinados por ordenes de Stalin, pero con la diferencia de que aquí, en la revolución bolchevique, las purgas no solo condujeron al asesinato de miles de personas, sino también a su destierro político y humillación pública, con cartas y “confesiones de errores” contra la revolución que al final de nada sirvieron, pues en muchos de esos casos, fueron igualmente ejecutados y perseguidos, y hasta asesinados esposas e hijos.
Más recientemente, en otra revolución, la cubana, podemos recordar el caso del General de División Arnaldo Ochoa, jefe militar al frente de las operaciones en Angola, el más condecorado de los oficiales y héroe de la revolución cubana, que en 1989 fue fusilado junto a los militares Jorge Martínez, Antonio De La Guardia, y Amado Padrón por órdenes del régimen de Fidel Castro después de un Juicio público que trae a la memoria los “Procesos de Moscú” del estalinismo soviético, entre 1936 y 1938, con simulacros de juicios, confesiones públicas, etc.. Ochoa fue acusado junto a trece implicados más, de tráfico de cocaína, diamantes y marfil; utilizar el territorio cubano para actividades de narcotráfico y avergonzar a la revolución con actos calificados como de alta traición[.] En el juicio se le acusó,además, por incumplimiento de deberes militares y pérdida de vidas en misiones militares. El militar jamás admitió ser culpable de narcotráfico. Unos meses antes, Ochoa había manifestado sus simpatías por Gorbachov y la apertura soviética. Son muchos los que piensan que los casos de Hubert Matos, Camilo Cienfuegos y el mismísimo Che Guevara, capturado y asesinado en la selva boliviana, se pueden apuntar en la lista de hijos ilustres tragados por la revolución de la isla.
Mientras tanto, en Venezuela, una revolución nueva, la del socialismo del siglo XXI, también se ha engullido cual Pantagruel moderno, a unos cuantos de sus hijos, padres, tíos y hermanos. La lista aquí es kilométrica, aunque no tan sangrienta, pero igualmente aleccionadora. No se salva nadie; al igual que en la francesa, la rusa o la cubana, también tenemos nuestros Robespierre, Kámenev e incluso Ochoa. Todos quienes la apoyaron desde el principio, pasando por los que la resucitaron y consolidaron durante y después de los sucesos de abril 2004, con golpes de pecho y rasgadura de vestiduras incluida, hasta los que crearon listas indignantes o se arrodillaron frente al “patria, socialismo o muerte”, han sido tocados por el apetito insaciable de la revolución chavista. No voy a mencionarlos, porque todos los conocemos.
Y eso que a diferencia del caso cubano, aquí en Venezuela, Chávez aun no se ha atrevido a acusar a ninguno de sus protagonistas de “avergonzar a la revolución” porque, entonces, la lista sería interminable.”