La inestabilidad, sin consideración alguna de la filiación polÃtica o pensamiento ideológico del jefe de Estado, ha sido el denominador común en la conducción polÃtica del paÃs a lo largo de su vida republicana. La devaluada silla  vicepresidencial tiene nuevo inquilino, limitadas funciones, una pesada carga y un enorme desafÃo. Puede que el paÃs acabe quedando a cargo de Otto Sonnenholzner, quien ciertamente no atenta contra la estabilidad de la nación, pero tampoco necesariamente la propende en la actual conyuntura.
Los problemas del paÃs son indudablemente estructurales, pero agravados por la generalizada corrupción estatal y la incapacidad del Presidente en combatirla y liderar una agenda de profundos cambios politicoeconómicos. El devenir del paÃs tiende a peligrosamente caotizarse mientras un nuevo equipo gubernamental no llegue con el liderazgo polÃtico necesario para implementar un verdadero plan de austeridad y reestructuración que oriente hacia el crecimiento económico de manera concomitante.
Llegamos al final de un nuevo periodo sin tener un claro conocimiento sobre los planes del mandatario frente al gran reto económico que depara el próximo año. Las verdaderas expectativas son una acumulación de malos presagios que no terminarán cuando el Gobierno suscriba un acuerdo con el FMI por necesidad de su PGE 2019, pero sin el propósito de emprender una gran reestructuración económica. Moreno no tiene cómo dar la talla y la partida del ministro MartÃnez probablemente sea antesala de graves acontecimientos.