Casi todos los partidos políticos se mueven tortuosamente para ganar las elecciones.
Igual que en el fútbol los campeonatos no solo se ganan en la cancha, sino también fuera de ella.
Las influencias, el colocar personas del propio partido en los puestos claves de donde se dirima las elecciones, son vitales para ganar una aspiración eleccionaria cualquiera.
Una campaña electoral por muy barata que sea, no deja de costar menos de 500.000 mil dólares.
Fotografías, videos publicitarios, manifestaciones, camisetas, stikers, gigantografías, pintada de las casas con la cara del candidato, movilizaciones, trago y comida, contratación de equipos de sonido para llevar a los artistas para las concentraciones etc. son promociones que demandan mucho dinero para ser gastado antes de que comience el período de la campaña electoral autorizado por el consejo electoral.
Todo este montón de plata constituye la “inversión” proveniente de los contratistas o socios estratégicos de los contratos que se amarrarán con los futuros dignatarios.
Realmente constituyen compromisos económicos que amarran a los candidatos para que con el uso de su poder una vez que hayan ganado las elecciones, puedan “favorecer” a los inversionistas previos que apostaron su dinero por su candidatura.
Incluso hay grandes inversionistas que les dan dinero a todos los candidatos para que sin importar quien gane, sus intereses económicos no sean tocados y por el contrario, proliferen.
De alguna o de otra manera, los partidos políticos son verdaderas empresas electorales donde el flujo de lo aportado es el que marca el futuro del compromiso económico con el funcionario electo por sus benefactores.
Igual que en el fútbol, hay equipos grandes y chicos.
Los grandes se comen a los chicos y por su inversión económica pueden contratar mejores jugadores nacionales o traer extranjeros más caros.
Igualmente en los partidos políticos, los partidos grandes poseen recursos económicos ilimitados y tienen personal contratado para constituir unas verdaderas maquinarias electorales altamente sofisticadas, que aparentemente son imposibles de vencer.
Los compromisos económicos, políticos, burocráticos, judiciales etc. son el tire y jala de todas las negociaciones que se llevan a diario y que por supuesto también implican los cambios de camisetas entre los políticos que traen las más inverosímiles posibilidades.
Vemos a acérrimos enemigos que han militado en partidos opositores desde hace muchos años, que por conveniencia y amarres entre sus intereses y los partidos, ahora se ponen la camiseta del partido que antes odiaban.
Todo vale… lo legal o lo ilegal, lo moral o lo inmoral, todo es permitido que se haga al precio que sea para ganar.
En estas correrías lo que menos importa es el patriotismo, la ideología o el interés social por el bienestar de los demás.
Lo único que interesa es ganar las elecciones para lucrar con el uso del poder.