Cuando Juan Guaidó se juramentó el 5 de Enero pasado, como el nuevo el Presidente de la Asamblea Nacional, nombre que identifica al poder legislativo en la Venezuela actual, para el ejercicio del presente año 2109, sabia muy bien lo que le venia encima cuando cinco días mas tarde Nicolás Maduro se hiciera coronar por el Tribunal Supremo de Justicia como el nuevo presidente de la nación para un segundo periodo.
Que lo tenía muy claro, se desprende de la serenidad y aplomo demostrados para enfrentar su primer acto oficial en el propio hemiciclo parlamentario, así como, posteriormente, después de haber sido convocada por él, la asamblea popular o cabildo abierto como prefirió llamarla, tratando de rememorar con toda seguridad el papel histórico que jugó el Cabildo de Caracas, el 19 de Abril de 1810, en la independencia patria. Pero son quizás sus palabras pronunciadas con el mismo énfasis e intención en ambos escenarios, las que explican por si mismas lo que el joven presidente de la Asamblea Nacional, elegida el 6 de Diciembre del 2015 con una avalancha de votos que supera con creces cualquiera de los parlamentos chavistas habidos hasta ahora, asambleas constituyentes de 1999 y 2017 incluidas, intenta lograr con la estrategia mostrada desde el primer día.
“¿Es suficiente apegarnos a la constitución en dictadura? No, debe ser el pueblo de Venezuela, la Fuerza Armada y la comunidad internacional las que nos lleven a asumir”, señaló Guaidó a los asistentes al cabildo abierto celebrado el viernes 11 pasado. Una reflexión, si se quiere, llena de intenciones pero, igualmente, de sabiduría, que no pretende eludir su responsabilidad sino mas bien buscar el apoyo, las condiciones y la coyuntura oportuna para aceptarla con cierta probabilidad de éxito. Un guante tirado, por encima de la raya de lo inesperado; esa misma que separa a los que azuzan y hablan pero no hacen nada, a quienes tiran la piedra y esconden la mano, de los que si están dispuestos a dar la cara. Pero sobre todo, un reto a las fuerzas armadas nacionales, esas mismas que gobernaron golpeando la ley y las instituciones, durante la década de los cincuenta, pero que también supieron, al final, aceptar el compromiso que las fuerzas sociales y políticas le reclamaban en su momento.
Con mucha mas sensatez y prudencia, mas quizás que la que sus emociones le permitían, Guaidó no se ha dejado llevar abiertamente por las pasiones del colectivo, el cual reclamando en los medios y redes sociales una acción contundente de la Asamblea Nacional, comenzó a criticarlo desde el primer instante de su investidura por no hacer nada concreto y efectivo contra el régimen de Maduro, dado el vació de poder existente, así como de las facultades casi extraordinarias para gobernar que algunos analistas, dirigentes nacionales como extranjeros y opinadores influyentes, le atribuyeron a la Asamblea Nacional. Y es que el nuevo presidente del parlamento venezolano no comió cuento, consciente como estaba de que hacer caso de aquello era arrojarse a los leones y a la hoguera.
Entendió perfectamente, que mas que un problema legal, no obstante hacer alguna alusión a los artículos 233, 333 y 350 de la Constitución de 1999, los dos últimos por cierto, referidos por Chávez en más de una ocasión, como las garantías constitucionales para salvaguardar la revolución de cualquier sublevación o arremetida en su contra, lo del nuevo mandato de Maduro, forjado mediante unas elecciones presidenciales falsificadas y avaladas por unos poderes, electoral y judicial, avasallados por el régimen, es un problema político de envergadura, que aunque debe tener un solución desde adentro, requiere cooperacion y ayuda tanto externa como interna, fundamentalmente de esta última. Una problemática en la cual, aunque los diecinueve votos ahora mismo de la OEA, por ejemplo, a favor de la democracia en Venezuela, son muy importantes, también los son los de los ocho países que se abstuvieron, de los seis que votaron en contra directamente o de los que estuvieron inasistentes. Y ni que decir del rol que puedan jugar China o Rusia en el escenario internacional, no obstante el apoyo de los Estados Unidos a la causa democrática venezolana.
Aunque a Maduro se le esta poniendo difícil el ambiente, ello no es suficiente para sacarlo de Miraflores, mientras tenga el control del resto de las instituciones, la militar sobre todo, y poderes públicos del Estado. Por otra parte, la posibilidad de medidas comerciales restrictivas por la comunidad internacional, si se toman, pueden no ser lo mas conveniente. Recordemos cuantas veces no pidió Chávez a los Estados Unidos, que se atreviera, pensando en Cuba, a embargar a Venezuela, consciente de que una victimización de su causa era lo que mas le convenía en caso de un a arremetida del imperio y sus aliados.
Por ello, cobra tanta importancia la posición de Guaidó en estos momentos y su convocatoria en esa hoja de ruta trazada, que ademas prevé una ley para la transición, a una manifestación de calle contra el régimen el próximo 23 de Enero. Un invocación al espíritu democrático y libertario del pueblo venezolano y de su ejercito sesenta años mas tarde, cuando el dictador, en aquella ocasión un general, Marcos Pérez Jiménez, tuvo que abandonar el gobierno y huir de Venezuela.