La cantidad de candidatos para las seccionales de marzo parecería evidenciar un renacer político luego de una larga dictadura, pero no es del todo cierto. En su momento, el CNE aprobó la participación de ciertas agrupaciones de corte propagandístico con el propósito de camuflar una plena democracia a través de movimientos políticos sistematizados al control de Carondelet. Los próximos comicios destacan por ser los primeros potencialmente libres en el país desde 2006.
La libertad a elegir y de ser elegido es apenas uno de los elementos conducentes a consolidar democráticamente un país. Sin embargo, la medición de dicha libertad por el número de agrupaciones con registro electoral es un despropósito. Si bien la razón de una plena causa democrática no debería impedir la participación electoral de nadie en particular, la presencia de una gran cantidad de candidatos por sí solo tampoco necesariamente nutre al electorado de las mejores opciones existentes en el país.
La vocación democrática de una nación se debería medir a través del número de voceros, no de una determinada tendencia, sino más bien dentro de un mismo partido o agrupación. Hoy estamos muy lejos de lograr algo de lo que el Ecuador hace apenas cuarenta años se podía jactar, aún cuando vivíamos en dictadura. Las elecciones internas o primarias de un partido son un buen comienzo, pero no bajo las actuales condiciones en que no son otra cosa que un acto circense bajo el control de unos pocos payasos. La calidad de los candidatos brilla por ser escasa.