21 noviembre, 2024

Los hombres buenos del independentismo

Las recientes declaraciones de Elsa Artadi, portavoz del gobierno de Cataluña región autonómica de España, con motivo de la convocatoria a elecciones de Pedro Sánchez para el próximo 28 de Abril, como consecuencia del rechazo a los presupuestos presentados para su aprobación a las Cortes, no dejan de tener algo de razón. ´´España será ingobernable mientras no afronte el problema de Cataluña. No puede vivir ignorándolo» ha dicho la política catalana, afirmando que el problema de Cataluña, es un problema de Estado y que un cambio de gobierno no lo resolverá como lo acaba de demostrar Sánchez, haciendo referencia a que la salida de Rajoy no sirvió de nada. Artadi acusó al lider del PSOE de ´´falta de coraje´´ para afrontar el problema soberanista y de haber cedido a las ´´presiones de la derecha´´.

Creer que la solución a ese problema de Estado depende de la coacción que pueda ejercer o no la derecha, es confundir a todas luces el quid del asunto, pues el separatismo, como tal, no es una categoría ideológica de naturaleza izquierdista o derechista específicamente; como tampoco lo es la soberanía de un Estado después de varios siglos ejerciéndola sobre un mismo territorio.

Lo que le debe suceder a todos los secesionistas en España y más concretamente a la señora Artadi, es que tras escuchar durante un buen tiempo, el discurso desplegado tanto por Pedro Sánchez como por Pablo Iglesias sobre dicho problema de Estado, han quedado confundidos, o peor aún, con la impresión de que de llegar al poder la izquierda española, se le daría luz verde a las pretensiones secesionistas. Un equívoco, si se quiere, al cual contribuyó aun más, Pedro Sánchez, en su fugaz pero nefasta actuación como presidente de España, con los coqueteos y devaneos, casi de adulterio, que tuvo con los representantes del secesionista catalán, no obstante encontrarse varios de ellos en la cárcel y estar ahora mismo enfrentado un proceso judicial.

Pero quien siembra vientos recoge tempestades y así como Sánchez llegó al poder empujando finalmente a Rajoy a la calle con el voto decisivo de los partidos independentistas, él mismo acaba de recibir, con ocasión igualmente de la presentación del presupuesto anual, una cucharada de su propia medicina al no ser apoyado por aquellos.

Si algo ha quedado claro para el independentismo es que no se puede fiar ahora de la izquierda española, como tampoco lo hacia antes de la derecha, pues la posición con esta última gobernando ya se conoce, y la de la izquierda, después de Sánchez, también; no importa los cuentos de hadas ofrecidos o el discurso populista utilizado. Del mismo modo, le debe haber quedado claro al secesionismo catalán que escudarse en un discurso artificial contra el franquismo, la monarquía o la derecha para justificar sus actuaciones, ya no es suficiente para engañar a todos quienes no son franquistas, monárquicos o simplemente derechistas, tratando de ganarse su simpatía. Amén de que resulta insultantemente ingenuo pensar que si el cambio de gobierno, por si solo, no solucionará el problema independentista, éste se vaya a arreglar quitando simplemente la figura decorativa del rey o enterrando a Franco mil metros mas abajo o cambiándolo de tumba.

Por su parte, a la tradicional izquierda y derecha de la política española, mas ahora cuando se encuentran repartidas en varios partidos políticos, les toca aprender que si no hay unidad de criterios frente a ese crucial problema de Estado, la ingobernabilidad de España puede ser un hecho mas que cercano.

Pero ni ingenuidad, ni perplejidad, ni confusión, ni nada que se les parezca. Tácticas de guerra política si. Un recurso, el de echar mano de conceptos tales como democracia, república o legalidad, por solo tomar tres de los muchos que el separatismo viene frecuentemente utilizando como propios, contra el Estado español, desde hace ya tiempo, en una estrategia por legalizar su postura transgresora, creando instituciones y un orden paralelo que desconcierte al colectivo, pero en particular al ciudadano común y corriente. Todos los dirigentes y portavoces del separatismo catalán desde Artur Mas para acá los han venido utilizándo de una manera o de otra. Se trata de poner en práctica algunos de los 198 métodos de acción no violenta ideados por el politólogo Gene Sharp en su libro de finales del siglo pasado “De la dictadura a la democracia”.

El último en hacer uso de algunos de aquellos conceptos después de la señora Artadi, ha sido Oriol Junqueras, precisamente en la audiencia judicial donde se ventila su caso, al autocalificarse como un preso político, perseguido por sus ideas y no por sus acciones. En ningún momento se refirió a los hechos señalados dentro del escrito acusatorio de la fiscalía; algunos tan concretos como lo son las desviaciones de partidas presupuestarias destinadas al gobierno de Cataluña, en gastos no autorizados del ilegal proceso de votación del 1-O, algo que es delito en cualquier parte del mundo. En su apología a la causa separatista ha dicho que «Antes que independentistas, somos republicanos; antes que republicanos, somos demócratas; y antes que demócratas, somos buenas personas»

Lo que parece que se le olvidó al señor Junqueras, o simplemente no lo sabía, es que las buenas personas también violan la ley.

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