La mujer es algo sublime. Lo más perfecto de la creación. Ha sido la inspiración de todos los poetas y de todos los hombres con alma. Ella ha sido la musa inspiradora de todos los artistas en cualquier plano que se quiera mirarlo.
Sólo un alma sensible, como la de José Ángel Buesa, poeta que nació en Cuba en 1910 y murió en el exilio en República Dominicana, en 1982, podía ser el autor de esta poesía, que la catalogo como el mayor canto de amor que se le puede escribir a la mujer con la que un hombre une su vida.
Creo que vale la pena leer y releer este hermosísimo canto de amor, ahora que el mundo rueda sin rumbo hacia un abismo de materialismo y pérdida de los valores morales que deberían ser parte del ser humano siempre.
El romanticismo, el amor y la sensibilidad del alma, deberían regirnos toda nuestra existencia.
Leamos esta belleza:
El hijo del sueño
José Ángel Buesa
¿Un hijo? ¿Tú sabes? ¿Tú sientes que es eso?
Ver nacer la vida del fondo de un beso
por un inefable milagro de amor.
Un beso que llene la cuna vacía
y que ingenuamente, nos mire y sonría,
¡un beso hecho flor!
Un hijo… ¡un fragante, fuerte y dulce lazo!
Me parece verlo sobre tu regazo
palpitando ya.
Y miro moverse con pueril empeño
las pequeñas manos de nuestro pequeño
como si quisieran sujetar un sueño
que llega y se va.
En el agua fresca de nuestras ternuras
mojará las alas de sus travesuras
como una paloma que aprende a volar.
Y será violento, loco y peregrino
y amará igualmente la mujer y el vino
y el cielo y el mar.
Con la sed amarga de la adolescencia
beberá en la fuente turbia de la ciencia
y tierno cantor,
irá por el mundo con su lira al hombro
dejando un reguero de rosas de asombro
y un áureo fulgor.
Cruzará al galope la árida llanura,
pálido de ensueño, loco de aventura
y ebrio de ideal.
Y en su desvarío de viajes remotos,
volverá algún día con los remos rotos
trayendo en los labios un sabor de sal.
Caminante absurdo de caminos muertos,
pasará su sombra sobre los desiertos
en una infinita peregrinación.
Y su alucinada pupila inconforme
verá en su destino, grabada una enorme
interrogación.
Pero será inútil su tenaz andanza
persiguiendo un sueño que jamás se alcanza
y ha de ser así,
pues no hallará nunca como yo, la meta
de todas sus ansias de hombre y de poeta,
porque en las mujeres de su vida inquieta,
no hallará ninguna parecida a ti.
Que tú eres la rosa de una sola vida,
la rosa que nadie verá repetida,
porque al deshojarse, secará el rosal.
Y como en el mundo ya no habrá esa rosa,
el irá en su larga búsqueda infructuosa
en pos de una igual.