21 noviembre, 2024

El siglo del conocimiento

En filosofía se define por naturaleza a todo aquello que no haya sido creado por el hombre.

El cerebro es el único órgano que se estudia a sí mismo.

En el proceso evolutivo de las especies, el animal pensante ha desplazado a los otros animales del planeta por ser el poseedor dedos cosas que hicieron posible esa supremacía.

Estas primacías que condicionaron la soberanía de los humanos sobre el resto de las especies son el dedo pulgar y el cerebro.

El poder coger las cosas para manipularlas, ha sido un hecho determinante para la preponderancia de la raza humana en su hegemonía progresiva.

Las serpientes no tienen dedo pulgar, los toros o los pájaros tampoco.

Mediante la posibilidad de agarrar y maniobrar a su antojo cuanto podía coger, el ser humano hiso  que los objetos de su entorno le sirvieran para vencer a sus necesidades.

Mediante el uso de este sencillo movimiento de aprehensión, hiso que todo lo que existía en la naturaleza, se convirtiera en instrumentos que usaría para superar sus debilidades.

A pesar de ser un animal pequeño, desprotegido y con pocas fuerzas para competir con los más grandes; les ganaba.

Lo hacía porque las grandes bestias no tenían dedo pulgar y no podían coger las cosas para utilizarlas en su provecho.

Pero pese a la enorme ventaja que le dio el tener un dedo pulgar, la maravillosa máquina que marcó la verdadera razón de la supremacía entre el pensante sobre los otros animales, es el cerebro.

Mediante el proceso evolutivo de las neuronas y su intrincado sistema de interconexión micro sináptica, este complejo mecanismo multifacético, puede integrar, almacenar, analizar y desarrollar nuevas alternativas para enfrentar las circunstancias y nacen como consecuencia de la información integrada mediante el procedimiento del aprendizaje.

La enseñanza retenida se almacena como conocimiento utilizable que se recicla constantemente en la procesadora orgánica que es su propio cerebro.

Este almacenaje informático es ilimitado y el que desarrolla las infinitas alternativas o variables de nuevas soluciones para ser utilizadas y mantener el predominio por la supervivencia de la especie.

Detrás de todo lo inventado, siempre ha existido una idea.

El carro, los aviones, las leyes, los sistemas sociales o lo que sea que no provenga de la naturaleza como generada de su orden natural, ha sido creado por el hombre y tuvieron una idea previa que los concibió.

En la actualidad, la morfo funcionalidad específica del cerebro nos señala con precisión el funcionamiento territorial de cada una de las áreas cerebrales.

Cada hemisferio predominante (derecho para los zurdos e izquierdo para los diestros) tiene una hegemonía funcional sobre el otro.

Así mismo cada hemisferio se divide en cuatro regiones perfectamente demarcadas donde cada una de ellas alberga funciones específicas que son la resultante de la más sofisticada integración informática codificada en cada zona.

A esta confluencia morfo funcional de cada especificidad se la denomina lóbulo y existen cuatro en cada hemisferio.

El lóbulo frontal sirve para pensar, moverse y hablar.

Es el lóbulo del pensamiento, movimiento y el conocimiento.

Es el lugar donde se integran y procesan bajo dinámicos cambios químicos intra neuronales, toda la información del medio ambiente que es derivada hacia el cerebro durante el estado de conciencia.

Esta área intelectiva de enmarañada complejidad y alta especificación funcional, es la que le permite al ser humano analizar su pasado, comprender su presente y proyectarse hacia el futuro haciendo uso de su propia información.

Los procesos de pensamiento se hacen en base a  intrincados métodos de permutaciones neuroquímicas.

Estos desplazamientos dinámicos de miles de substancias se desarrollan dentro de cada neurona y son los que trasladan por medio de las proteínas la información codificada que se pasa de una a otra célula.

Son procesos laboriosos que van desencadenando una avalancha química llena de información, que se trasmite de una célula a otra célula y cuyo transporte se hace dentro de las proteínas de los neurotransmisores cerebrales (serotonina, adrenalina, sustancia P, etc.)

Para ser considerado como neurotransmisor, una sustancia debe estar presente en el cerebro y  debe tener la capacidad de iniciar o inhibir un proceso neuronal.

A todos estos cambios químicos hechos a una velocidad inimaginable se les denomina fenómenos de transducción, que en buenos términos solo significan que son una actividad eléctrica que se genera por cambios químicos provenientes de las neuronas que los producen.

El proceso de pensar, analizar y plantear nuevas soluciones para que conquistemos nuestro espacio circundante es un hecho ilimitado, así como ilimitadas son las posibilidades del desarrollo de nuestro cerebro por la nueva y constante información que se almacena en nuestro intelecto.

Por el contrario, en el lóbulo temporal se integran nuestros sentimientos.

Este lóbulo es el centro de la afectividad.

Amor, afecto, odio, irritabilidad y agresividad, son sentimientos que derivan en acciones resultantes de los procesos químicos generados en esta área.

El control de los impulsos, la ansiedad, el stress, la depresión y la tristeza son funciones originarias de este territorio.

La sexualidad, el juicio, la memoria, el esquema corporal, la orientación en tiempo, espacio y persona, son otras de las complejísimas tareas que nacen en esta región.

El lóbulo parietal es el lugar donde se integra la sensibilidad y por último el lóbulo occipital es el responsable de la visión.

Todas las funciones cerebrales de integración volitiva superior que son desarrolladas por los seres pensantes tienen su origen en alguna zona cerebral.

Ahora sabemos con exactitud su localización específica, debido a la morfo funcionalidad especializada que se ha establecido del sistema nervioso central.

Pero por muy inteligentes que seamos, en la actualidad solo funcionamos con el 8% de nuestra capacidad cerebral total.

El hombre promedio tiene desarrollado el 8% y los genios llegan al 9%. De esta capacidad.

Antiguamente cuando los cavernícolas dependían del olfato para detectar a sus presas para subsistir, el rinencéfalo (órgano cerebral encargado del olfato) era muy desarrollado y el lóbulo frontal en esa época era muy diminuto.

Ahora que para sobrevivir el hombre ya no necesita del olfato, pero sí de su pensamiento, el rinencéfalo está reduciéndose de tamaño y va a desaparecer.

En cambio el lóbulo frontal del cerebro crece de una forma inusitada e incontrolable.

En el futuro seremos cabezones y pelados.

Dentro del lóbulo frontal hay funciones desconocidas o parasicológicas que en algunos individuos más desarrollados genéticamente se presentan como evidencia de un salto generacional.

En la actualidad a estas funciones se las ve como fenómenos sobrenaturales.

Incluso hay culturas donde a quiénes las tienen, se los liga con el demonio o la brujería.

Telepatía, telequinesia, premonición, levitación, desplazamiento astral, etc. solo son funciones que en algunos individuos se han desarrollado antes que a los otros seres comunes que no se les han desarrollado todavía.

Estos individuos que nos deslumbran con sus poderes, solo son seres que genéticamente han dado un pequeño salto generacional.

Son individuos afortunados cuyo cerebro tiene una capacidad mayor de desarrollo que el resto de los seres comunes, por estar adelantados en el desarrollo genético de estas áreas.

A finales del siglo XX estábamos en la era de piscis que era la era de Cristo o la era del creer.

El mundo giraba en torno a la superstición.

Se temía y creía en todo aquello que no se comprendía.

En base a esta mítica ignorancia, las religiones controlaban la conducta de los individuos a través del miedo y la superstición.

Recuerdo que cuando era niño y pasaba vacaciones en Salinas durante la semana santa, nos prohibían bañarnos en el mar porque si lo hacíamos nos convertiríamos en pescados.

Era la era del creer donde con el temor a lo que no sabíamos se controlaba nuestro accionar.

Recuerdo que cuando íbamos a misa en la secundaria nos hacían orar por las almas del purgatorio.

Hace varios años el vaticano abolió el purgatorio.

¿A dónde fueron a parar esas almas?

En el siglo XX los países se dividían en desarrollados y subdesarrollados.

Esto era resultado de si eran industrializados o no industrializados.

Hoy en el siglo XXI estamos en la era de Acuario o la era del conocimiento.

Ya no creemos sino que sabemos, porque tenemos a nuestro alcance una mayor capacidad informática que almacenar.

Sabemos más porque nuestro cerebro ha aumentado su volumen de procesamiento intelectivo.

Estamos en la era del saber.

Los países son más desarrollados o menos desarrollados, dependiendo de que su capacidad informática sea más desarrollada o menos desarrollada.

Los países que tengan a su disposición el manejo de la mayor cantidad de información serán los que gobiernen y los que no la tengan serán los gobernados.

A nadie se le ocurre en esta época prohibirle a un niño de once años que se no bañe en el mar durante la semana santa para que no se haga pescado.

Ahora la tecnología y la informática se suma al nuevo desarrollo neuronal de las áreas genéticamente más avanzadas que son estimuladas con impulsos digitálicos efectuados por el aprendizaje generado a través de una computadora, que garantizará al humano un desarrollo más complejo y tecnificado de su futura estructura cerebral.

El ser pensante someterá a su dominio muchas circunstancias del ambiente que antes parecían imposibles.

Caminar sobre la luna o creer que el acero no se hundiría en el agua, eran cosas imposibles de concebir en el siglo XI.

Hoy con las naves espaciales y los transatlánticos,  sabemos que estos imposibles solo fueron problemas que en esa época no tenían la tecnología adecuada para ser resueltos.

Vivimos el siglo del conocimiento.

Nuestro mayor patrimonio está en el ilimitado desarrollo del órgano que se estudia a sí mismo.

Gracias a este ha sido posible que ustedes comprendan todo lo complicado que les acabo de escribir.         

 

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