23 noviembre, 2024

Los celos

Me refiero a los padecidos en el amor.

Hay la falsa creencia de que son una evidencia de cuanto amor se tiene.

Se dice que quién no tiene celos, es porque no ama.

Generalmente se afirma que solo se siente celos de aquello que se quiere y mientras más se cele, más se quiere.

Esto no es así.

En psiquiatría se los conceptualiza como síntomas clínicos de frustraciones personales, que hacen desconfiar de la pareja sin razón alguna.

Los celos son sentimientos torturantes para cualquier persona.

Los celosos viven verdaderos infiernos en relación a quienes celan.

Llegan a mortificarse a tal extremo, que reaccionan con agresividad desproporcionada frente al menor estímulo generado por lo que padecen.

La desconfianza del celoso no depende de lo que haga el celado; son la consecuencia  de su propia inseguridad.

En el pensamiento del que cela, la desconfianza es una obsesión que atormenta su conciencia.

El celópata duda de su pareja de tal perversa manera, que distorsiona, inventa y cree como si fueran reales todas las circunstancias que lo hacen desconfiar en el mundo de quién celan.

Viven su falsa realidad de una manera tan tormentosa, que se torturan a sí mismo en cada instante de su vida.

Para el celoso no hay confianza; solo desconfianza.

Su mundo de dudas y temores los lleva a cometer los más absurdos errores.

Ven potenciales enemigos en todas las personas que rodean a quién supuestamente aman.

Están convencidos de que todos le quieren quitar lo que les pertenece.

Igualmente creen que su pareja propicia estas desconfianzas.

Las ideas absurdas que perciben como su verdad, transforman el comportamiento de este angustiado ser, al punto de generarle conductas anormales que lo pueden llevar hasta cometer el crimen más horrendo por sus falsas presunciones.

Cuando el celoso llega a un lugar público y encuentra a su pareja con quien supuestamente lo traiciona; entra en estupor emocional.

Experimenta algo horroroso en su interior.

Al instante presume que ha sido engañado y sin detenerse a razonar ni un solo instante, dictamina una sentencia condenatoria para un hecho que solo existe en la desconfianza  existente en su mente.

Distorsiona la realidad debido a la presencia de una idea paranoide de profunda convicción.

Luego hacen un escándalo que conlleva un gran bullicio.

Esto sucede sin importar frente a quien se encuentren.

Posteriormente viene una pelea, los gritos y las acusaciones que terminan con una agresividad irracional propia de un desquiciado.

La íntima convicción de ser traicionado no admite otra verdad que la propia.

Terminada la agresión y cuando el celoso se encuentra solitario con sus pensamientos, comienza otra vez un nuevo calvario, donde las ideas obsesivas vuelven a carcomer la sufrida  mente de quien padece esta grave anormalidad.

Las ideas de dudas, daño y perjuicio se vuelven obsesivas para generar una incontrolable angustia que aumenta el desasosiego interno de quién se corroe de furia en sus entrañas.

El celoso agoniza en su propio infierno de tan insana manera, que la única forma de calmar esta avalancha de tan perversos pensamientos, es ejecutando diversos actos anormales para atenuar la carga del yugo sentido por lo padecido.

Desde el punto de vista causal, existe un factor genético predisponente del celoso, que se suma a una incontrolable inseguridad generada por algún trauma psicológico de la infancia.

Los celosos son enfermos afectivos. Su inseguridad es incontrolable; llegan a desconfiar hasta de los miembros de su propia familia.

Sus celos no se generan por la conducta del celado, sino por la inseguridad que tienen quien los sufre.

El problema es el celoso; no el celado.

Los celópatas agonizan en calvarios llenos de intranquilidad incontrolable.

No sé si es peor no ser querido o ser querido por un celoso.

El celoso no da amor; lo que hace es proyectar sus dudas en la persona que dice querer, pero  lastima.

Los celosos son ególatras que viven su infortunio en el nombre del amor.

Yo nunca he tenido celos.

Si alguna vez los tuve fue cuando tenía doce años y era inmaduro.

El hombre más seguro de sí mismo que he conocido soy yo.

Si amo a una mujer con todo mi amor, por ese mismo amor tendré la seguridad de que no podrá amar a nadie más, mientras mi sentimiento la haga feliz.

Celarla sería dañarla.

Peor si la acusara de falsos hechos que solo existen en mi imaginación.

El amor no se demuestra por la desconfianza que se tenga, sino por la confianza que se otorga.

Las dudas del celoso son causadas por la inseguridad de quién las tiene.

Confiar es amar, desconfiar es dañar…

 

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