¿A quien eres fiel? Todos somos fieles a nosotros mismos, y en nuestro egoísmo, somos fieles a todo lo que creemos que nos conviene.
¡No me refiero a esa fidelidad, que es indiscutible! Tampoco me refiero a la fidelidad a nuestra pareja, o a la familia, a la que nos referiremos en otra ocasión.
A la que me quiero referir en este artículo, es a la fidelidad a los demás, a la Empresa en la que trabajo, a nuestros compañeros de trabajo, a nuestros amigos, en fin, a lo que llamamos amistad, compañerismo, cumplimiento, labor.
En primer lugar, hay que diferenciar entre dos palabras que considero opuestas: Amistad y Complicidad. La amistad es quizás la mayor de las virtudes, es el don de los dones, La amistad considero que está por encima de la hermandad. La amistad debe ser bien entendida. Un amigo, un verdadero amigo está con uno en las buenas, en las malas y en las peores, pero mi integridad y mi honestidad, no pueden, ni deben ser menoscabadas por ninguna causa. Si un amigo roba, mata, hace un escándalo, comete un ilícito, mi deber de amistad me obliga a no denunciar, criticar o interpretar su actitud. Cada persona es libre para saber cómo proceder y lo único que se puede hacer, es escoger bien las amistades. La persona que porque un amigo delinque hace lo mismo o colabora, no es un amigo, es un cómplice.
Pero no nos desviemos del tema. Si trabajo en una Empresa, debo ser fiel a la misma. Es mi obligación devengar mi sueldo, dando lo mejor de mí para el bien de la Empresa. Es mi orgullo pertenecer a ella. Si creo que la Empresa se está aprovechando de mí, es mi obligación hablar con mis superiores y reclamar un salario justo por mi trabajo. Si no logro respuesta positiva, tengo dos opciones: o busco otra Empresa en la que se me valore por mi trabajo, o renuncio. Trabajar mal no es una opción. Robar, hacer daño, incumplir, tampoco son opciones. Mi dignidad está por encima de esas actitudes.
La fidelidad me obliga a buscar lo mejor para la Empresa en que trabajo, y cualquier acción en contra de ello, es una acción contra mí mismo. Por encima de todo estoy yo, y debo ser íntegro y honesto conmigo mismo, por encima de todo.
Si sé que un amigo está delinquiendo, mi obligación de amigo me obliga a hablar con él, sólo con él, exponerle lo que creo que está mal en su proceder y punto. El es libre de deshacer o de insistir en lo hecho. Como amigo, cumplí con decirle mi opinión, y eso no tiene porqué destruir mi amistad con él. Respeto su proceder y punto. Mi amistad sigue inalterable, y sigo amando mi amistad.