Lenín fue un revolucionario convencido y es claramente un presidente circunstancial. Su escasa preparación y medidos alcances propiciaron su convocatoria al purgatorio de Rafael. Fue así que acabó cultivando el bacilo y compartiendo una camaradería de bolsillo a lo largo de toda una década. Los dividendos no han dejado de fluir hasta nuestros días. Debió haber escuchado mucho, visto un poco más aún, tanto como para tener qué decir o hacer en algún momento si la racionalidad se hubiese impuesto sobre el poder. Si no supo, como repetidamente alega, fue un ignorante total; pero si además calló, como las evidencias demuestran, acabó también siendo un cómplice más. La extemporánea tentativa de reivindicación personal en las postrimerías de su mandato es un insulto a la inteligencia.
“¿Ustedes creen que yo …?”. Las encuentas confirman que la credibilidad del Presidente generosamente bordea apenas el 25 por ciento. Es posible que el 75 por ciento restante piense que esté diciendo la verdad en torno a ese específico tema, pero estadísticamente es muy poco probable.
¿Ustedes creen que se pueda sobrevivir a la corrupción sin contaminarse? La cuarta parte de encuestados pensaría que sí. Existen notables diferencias entre las dos administraciones de la Revolución Ciudadana, pero al final convergen en una sola y suprema realidad. Correa se fue para no volver. Moreno pronto se irá de igual manera, pero hasta que eso suceda su índice de credibilidad solo gozará de decrecientes estimulaciones. ¿Querrá preguntar algo más?