Ningún modelo practicado ha terminado con la sistémica evasión tributaria en las aduanas, convertida en una mala práctica nacional, y su consecuente impacto distorsionante de importantes indicadores económicos. Ningún sistema de control, sea este humano, mecánico o tecnológico, ha vencido jamás al protervo interés por evadir las respectivas obligaciones con el fisco. El sistema es perversamente delincuencial de ambos lados y el consumidor, siempre el más afectado, ha intentado protegerse de cualquier manera frente al Gobierno y las propias debilidades del entorno. La única solución posible para eliminar de raíz los incentivos al contrabando es la aplicación de un arancel mínimo y universal. Las respectivas importaciones serían gravadas estrictamente en los puntos de venta, ejerciendo así un eficaz control sobre todas las transacciones lícitas que se deriven como consecuencia.
Si bien la recaudación tributaria por importaciones caería, la realidad es que esta nunca se ha contabilizado en su real dimensión. En compensación, sin embargo, las recaudaciones fiscales en los puntos de venta aumentarían considerablemente debido a los generalizados menores precios y una mayor propensión al consumo. La informalidad tendería a desaparecer y aumentaría la masa tributaria, provocando un positivo e inmediato efecto recaudador, multiplicador y generador de confianza.
¿Quiénes perderían? Nadie que siempre haya cumplido con la ley. ¿Quiénes ganarían? Todos sin excepción alguna. ¿Quiénes se opondrán?
Totalmente de acuerdo. La solución es un 5% de impuesto a exportaciones y un 10% a importaciones. Así de simple. Mientras más trabas más oportunidades para «vender facilidades». El beneficio sería que ganaría el consumidor y se obligaría a que los sistemas se vuelvan eficientes y transparentes. Ya no habría cabida para la «viveza criolla». ¿Será posible que este sueño llegue alguna vez a Ecuador? Saludos, José Enrique Estrada Guzmán, Ex presidente de la CAE – Corporación Aduanera Ecuatoriana.
No deja de ser interesante lo expresado en este artículo. Pero no dejan de venir los peros. Por ejemplo, muchos contribuyentes piensan que el Estado es ladrón porque cobra impuestos y no lo devuelven en servicios ni en obras. Y entonces, para consolarse, piensa en un antiguo adagio: el que roba al ladrón tiene 100 años de perdón. Y sigue pensando: si la competencia elude impuestos y yo no, voy a tener precios más altos, y por consiguiente quedo fuera de la competencia y quiebro. Para terminar decidiendo: má si, yo tengo también derecho a trabajar, y voy a seguir jugando con las reglas de juego que existen, y que en el año 2119 me hagan juicio. Todo esto dicho con un poco de humor, pero sin abandonar la realidad.
A mi modesto entender, lo que habría que hacer simplemente es estudiar lo que otros países más adelantados en la materia hicieron y lo aplicaron en su momento. Si los buenos resultados están a la vista ¿para que perder tiempo buscando algo nuevo? Si en vez de decir «copiamos» decimos «estamos siguiendo el ejemplo constructivo» habremos solucionado un problema.