En un artículo titulado “El populismo de Trump y Venezuela” de comienzos del mes pasado, decíamos lo siguiente: Está claro que el viento que mueve la veleta del presidente norteamericano sopla en dirección a Noviembre del 2020 y que cualquier circunstancia política con capacidad de afectar su reelección será diferida, apartada o menospreciada, pues no solo desea ganar sino hacerlo, esta vez, sin ninguna mácula que empañe su investidura. Solo esperemos que en el caso de Venezuela, el apoyo a Guaidó y, sobre todo, al sufrido pueblo venezolano, no se vea comprometido por dicha causa en esta segunda mitad que todavía le queda de mandato y no caiga en el saco de las promesas incumplidas u olvidadas, en la agenda del candidato Trump.
Desde el malogrado intento de ayuda humanitaria del 23 de febrero, pasando por la abortada Operación Libertad del día 30 de abril, y después de varias manifestaciones multitudinarias, de esas que son ya costumbre en la Venezuela chavista, desde el 11 de abril del 2002, muchos piensan que la ofensiva de calle liderada por Guaidó ha entrado en un proceso de enfriamiento y recesión del que costará reponerse. Una de la principales razones, entre otras, sería el cansancio y la desilusión de la gente después de tres lustros de protestas populares; primero contra Chávez y ahora contra Maduro, con los resultados de represión brutal, muerte y violencia, ya mundialmente conocidos. También hay quienes van más allá y piensan que, en general, toda la estrategia y ofensiva contra Nicolás Maduro y su régimen, incluida cualquier lejana posibilidad de una intervención militar directa o indirecta de los Estados Unidos en Venezuela ha fracasado, y que solo queda como camino a seguir el de la diplomacia y negociación a través de Rusia y Cuba.
Las críticas en esta dirección son concretas y apuntan, en linea recta, al gobierno norteamericano, al que acusan de llevar el asunto venezolano a remolque, siempre, de las iniciativas ruso-cubanas y con el manejo de una diplomacia abierta, llevada con torpeza, que dejó en evidencia a muchos de esos interlocutores oficialistas. Una negociación, por otra parte, a distancia, cuyos principales objetivos se anunciaban en la prensa; basada en amenazas vaciás, el ofrecimiento de beneficios penales, y que para quienes aceptaban, tenía como premio mayor el botín correspondiente. En definitiva, una estrategia con componentes nada éticos y muy pragmáticos, con los cuales, la gran mayoría de los venezolanos, esos que llevan diecisiete años marchando y protestando contra el chavismo, no pueden estar de acuerdo.
Pero, al parecer, no son los venezolanos los únicos que se sienten frustrados, según The Washington Post, uno de los diarios de mayor prestigio en el país norteño, el propio Donald Trump se siente engañado por sus consejeros con respecto a Venezuela. Especialmente, por su asesor de Seguridad Nacional John Bolton quien lo convenció de que lo de Venezuela sería pan comido y que, por lo tanto, había que apoyar a Juan Guaidó para que liderara todas esas marchas de protesta cívica, ayuda humanitaria y demás acciones políticas, como consecuencia de lo cual Maduro y su régimen caerían pronto.
Sin embargo, la falta de buenos resultados mediante la ofensiva diplomática y sancionatoria empleada por los Estados Unidos, hasta ahora, de la cual Trump no se hace personalmente responsable, no va a tener como consecuencia inmediata, para quienes ansían una pronta acción militar en Venezuela, la intervención de los marines norteamericanos. No obstante la ingenuidad del mandatario de la Casa Blanca, a quien sus asesores engatusan tan fácilmente, Bolton no ha sido despedido de su cargo, a pesar de las circunstancias, así como de los antecedentes de volatilidad que registra el gabinete de Trump en estos dos años y medio de presidencia, con números de récord. Por el contrario, el mandatario norteamericano le ha pedido a su halcón que más bien se concentre en el problema venezolano; aunque ya le ha avisado, primero en forma de chiste y ahora, mas seriamente, que no se dejará involucrar en una guerra como la de Siria de la cual acaban de salir. Que es lo mismo que le han venido aconsejando sus asesores políticos de campaña, quienes consideran que pudiera perder muchos más votos de los que ganaría.
Hasta ahora, Trump ha demostrado ser un populista de lo más típico. Amenaza, vocifera, habla con una verborrea belicosa; pero como dice un viejo refrán popular “perro que ladra no muerde” y eso parece que lo saben muy bien los cubanos, Putin y , por supuesto, Maduro.