En la vida de los pueblos es imperativo relievar los hechos que constituyen hitos históricos. En el caso de nuestra querida Guayaquil, debemos, como en el antiguo Egipto o la legendaria Grecia, marcar en piedra la etapa que va de los años 1992 a 2019, iniciada con la alcaldía de un guayaquileño – madera de guerrero: León Febres Cordero, quien en su primer día, con entereza aplaudida cerró el Municipio por dos meses para de las ruinas levantarla, pues sus predecesores habían prostituido la administración y la ciudad estaba sumida en el caos politiquero y la basura. Pero, este buen administrador, con decisión e inteligencia arregló administración y cuentas municipales y acto seguido, inició la gran obra de regeneración urbana con el monumental malecón, elevando además, la autoestima de los guayaquileños de cuna y a los que lo somos de corazón.
Este político simplemente, si simplemente, cumplió su deber. Como debe ser la actitud de todos quienes administren recursos del pueblo.
Pasaron ocho años de incesante y honesto trabajo. Luego, por elecciones, tomó la posta otro guayaquileño, Jaime Nebot, quien en 19 años de sacrificado y agotador trabajo continúo con la magnífica obra. Afrontó una gigantesca y maravillosa que inicialmente no se veía y no daba aplausos: agua potable y alcantarillado total. Se preocupó y puso en práctica el fomento a la educación, a la cultura y el arte. Los barrios pobres y marginales fueron incorporados al bienestar colectivo. Mejoró el sistema vial urbano e implementó nuevo sistema de transporte masivo. No podía faltar el salvataje al estero salado. Lideró y luchó junto al patriótico pueblo guayaquileño el reclamo por las rentas que correspondían a nuestra ciudad, así como el rechazo a la Ley de herencias y plusvalía con las que el gobierno centralista de la década nefasta pretendía oprimir al pueblo. Fue un abanderado de la democracia y las libertades, causas nobles y justas
También, simplemente cumplió su deber.
Son tantas las acciones que el pueblo le aplaude. Admira su trabajo y lo siente parte de si, que si fuera por Guayaquil, esta ciudad que lo vio nacer, hubiese querido que sea su Alcalde vitalicio.
Este sentimiento de posesión no es de práctica posible. Pero sí, que su mente, corazón y brazo no descansen, que ahora se ponga al servicio de todo el Ecuador. Que con la misma inteligencia y entereza lidere la transformación e institucionalización del país como las circunstancias y tiempos actuales demandan.
Frente a esta quimera, debemos ser realistas. Todos sabemos que durante diez años de ingrata recordación, una gavilla de bandoleros destruyó la economía y estructura institucional del país. Criaron un mamotreto jurídico: “Constitución de Montecristi” aparejada con perversos “Mandatos”. Luego, dictaron y dictaron leyes concebidas mañosamente para facilitar sus tropelías y de amparo para la impunidad de sus actos corruptos, que ahora se van descubriendo y nos cubren de vergüenza general.
Ante este oscuro panorama si el pueblo aspira que Jaime Nebot sea su próximo presidente, y él se auto convence que puede seguir sirviéndolo, tendrá que meditar profundamente cual estadista visionario que el Ecuador de hoy como estado debe tener nueva estructura institucional, donde las leyes tengan como única finalidad: el bienestar común, el respeto a los derechos humanos y el desarrollo armónico de la sociedad sin ideologías y dogmatismos que trastocan la visión y dignidad humanas.
Para ello será necesario una Constitución reformada, por lo que es impostergable que desde ahora conforme un reducido grupo de académicos inteligentes y sabios, empresarios capaces y honestos, dirigentes gremiales comprometidos con el futuro del país. Todos de probidad absoluta, para que con visión superior y patriótica redacten las necesarias, urgentes e imperiosas reformas que la actual Constitución requiere, para que el Ecuador como estado tenga un verdadero equilibrio en sus tres principales funciones y sea posible el desarrollo integral y humano de su sociedad. Entonces, de inmediato, cuando ejerza el mandato si el pueblo se lo concede, tales reformas las ponga a consideración de la Asamblea para su legal y pronta aprobación.