La complejidad sociopolítica y la precariedad económica del país luego de doce años de socialismo son las dos grandes razones por las cuales un gran acuerdo nacional debería servir para trazar un camino de largo plazo hacia un desarrollo sostenible. Sin embargo, la actual fractura política entre el régimen y la sociedad, y la omnipresente coyuntura de la inmediatez conspiran contra cualquier visión de futuro. El actual proponente del diálogo no solo es un Gobierno débil y paupérrimo, tiene escasa credibilidad internacional, nula confiabilidad nacional, y carece de una mínima capacidad, no se diga voluntad, para enfrentar con practicidad el desafío de conducir una nación carente de brújula y perdida en el horizonte.
Los gobiernos enclenques usualmente proponen entablar diálogos con la intención de generar expectativas de cambio, pero con el objetivo final de sobrevivir a sus propias desaventuras endosando los problemas a otros. El régimen de Moreno, más allá de no ser la excepción, confirma la regla con amplísima holgura. ¿Por qué entonces alguien serio debería negociar con quien efectivamente ejerce el Gobierno, pero cuyo acceso a dicho poder tiene ribetes de fraude y padece de ilegitimidad cognitiva? ¿Qué es lo que finalmente propone el régimen? Cuando el demagógico corto plazo político encuentre en la racionalidad económica el desvanecimiento de su írrita causa, las calles marcarán el punto de inflexión ante el cual el Gobierno no tendrá otro atenuante que rendirse ante la crisis causada por ellos mismos.
Análisis breve, pero EXCELENTE !!