Han transcurrido 124 años desde el 5 de junio de 1895, cuando una poderosa manifestación ciudadana surgida en Guayaquil, puso término a lo que para entonces se consideraban los gobiernos más corruptos de la historia republicana cuyo episodio culminante fue la “venta de la bandera”. Así inició la “revolución liberal”. Según señala desde su vena marxista el sociólogo Agustín Cueva, (“El proceso de dominación política en el Ecuador”), este acontecimiento “es históricamente importante por haber sacudido hasta el estremecimiento (más de los que sus protagonistas burgueses lo previeron) la superestructura ideológica del Ecuador”. Y esa sacudida configura entonces y ahora —acoto yo— una auténtica revolución.
Ese 5 de junio, Eloy Alfaro estaba en Nicaragua y fue llamado —con el prestigio de haber luchado desde muy joven contra regímenes dictatoriales, y en especial combatiendo al gobierno de Veintimilla— para liderar el movimiento, que no era una asonada cualquiera, sino que tenia respaldo en la fuerza intelectual de la obra de Montalvo y de otros, como Roberto Andrade, Abelardo Moncayo, Manuel J. Calle. Ese liberalismo no tenía nada de socialista cuando promovía una sociedad en la que prevaleciera la justicia y cesara la discriminación generada por la pobreza. Buscaba establecer un Estado institucionalmente laico, separado de la Iglesia, posición que generalmente bordeó el anticlericalismo. Pero no pretendía a guisa de reivindicación social, perseguir al capital ni enfrentar a ricos y pobres: “En muchas naciones del mundo, se ha visto con frecuencia hartar de improperios a empresarios honrados, cuyos hechos causaban daño a un bando político, y en la innoble necesidad de desprestigiar al adversario, han traspasado los límites del encono y se han posado en el fango de la calumnia”, (E. Alfaro, “Narraciones Históricas”, pág. 413. Corporación Editora Nacional, 1992)
El liberalismo alfarista sentó las bases para modernizar al Estado, rompiendo viejos tabúes heredados de la colonia y afianzados en los primeros años de vida republicana. La educación, la salud, y la infraestructura de transporte constituyeron los puntos fuertes de su accionar: el ferrocarril Quito-Guayaquil, postergado por tantos años, fue su mayor realización, tanto que hasta ahora todavía no se ha construido en materia de transporte ferroviario una obra similar. Alfaro creía en el mercado como instrumento para desarrollar la producción y la economía, buscando diversificar las exportaciones: “Preocupado en la conveniencia de procurar a mi país alguna otra producción que iguale o supere la del Cacao, cuyo cultivo actualmente constituye la riqueza principal de nuestra agricultura, venimos a informarnos que el Maguey o Heniquen, Ramio y más similares textiles, era el ramo que debíamos proteger para fomentar su cultivo en el Ecuador, con la perspectiva de superar pronto en riqueza al Cacao, y sin causarle perjuicio de competencia” (E. Alfaro, op.cit., pág. 395)
Emulando lo que hicieron los hermanos Castro, para cohonestar bajo la sombra de Martí la dinastía dictatorial que instauraron en Cuba hace 60 años, Hugo Chávez no tuvo escrúpulos en proclamar su “revolución” como bolivariana, y a Simón Bolívar, ícono del antiimperialismo cerrero que por más de dos décadas mantiene en Venezuela. Rafael Correa Delgado, utilizando su ascendiente familiar con Eloy Alfaro Delgado, también aplicó la misma receta para valerse del Viejo Luchador como padrino de la “Revolución Ciudadana” en cuyo nombre gobernó a Ecuador pretendiendo imponer el socialismo del siglo XXI. Pero ni Bolívar, ni Martí, ni Alfaro, eran socialistas.
Alfaro fue caudillo forjado en el campo de batalla; era de esos que muy pocas veces se resignan a morir en la cama. Es cierto que padeció el enconado acoso de sus adversarios, muchos de ellos nacidos del seno mismo del movimiento liberal que inspiró el 5 de junio de 1895, y que lo mantuvo directa o indirectamente en el poder durante 17 años. Sin embargo de que fue inmolado en la “Hoguera Bárbara” prendida en Quito el 28 de enero de 1912, la ideología liberal que abrazó adquirió vida propia por la modernidad que imprimió a la economía, la cual desde entonces —con altibajos y claroscuros— básicamente ha respetado la libertad de los individuos para invertir y emprender, entendiendo que esa libertad constituye la piedra angular para luchar contra la marginalidad económica y social. Que de eso se trata el liberalismo de Alfaro, proyectado desde principios del siglo XX hasta nuestros días, a despecho de cualquier intento por reencaucharlo.
Queda claro, entonces, que Eloy Alfaro y la revolución liberal iniciada en 1895, nada tienen que ver con la revolución ciudadana.
Fue la idea de los sociolistos ligar a un personaje historico para enmascarar su maquivelica ambicion y macabra afrenta a las necesidades e ilusiones de todo un pais. Si la justicia terrenal no alcanza, la justicia divina llega de las mas insospechadas formas.
Comparto contenido de su articulo de fondo y de forma, lastimosamente la figura del Señor General Eloy Alfaro Delgado la han prostituido no solo los miembros de una dizque revolucion ciudadada que han ignorado y tegisversado la historia. No Señor, hay quienes vendieron por mezquinos intereses personales con el pretexto de los pactos de las mayorias moviles por espacios publicos politicos dentro de la estructura del Estado. Alfaro no se le respeta ni su ultima voluntad de reposar sus restos de restos en Guayaquil, y un familiar lejano le da autorizacion al administrador de turno del estado para ese traslado a MANABI, y nadie rectifica aquello. Alfaro creia en el Libre Comercio no de sociolistos buenos para gasta dineros ajenos e hincapaces de estructurar en la practica produccion peor exportacion para crear verdadera riqueza bien habida. Y en el juego politico que sigue hoy no liquidan politicamente al administrador de la decada ganada, por el uso de la h y otras drogas por la famosa tabla de consumo que no es eliminada. Le gano a Mahuad en el daño generacional. Y nadie dice nada peor concreta rectificaciones. Insista en el tema Ing. Oscar Macias Chavez.
Atte
ABDON EDO CALDERON