Forzado por las propuestas de Lasso durante la campaña presidencial, Moreno se comprometió, entre otras cosas, a producir 250,000 empleos por año y a crear un ente anticorrupción de amplios poderes bajo el mandato de Naciones Unidas. Los ofrecimientos eran claramente incumplibles para el socialismo, pero eran también tiempos de promesas alineadas con los preceptos de la Revolución Ciudadana. Al final, lo importante no era precisamente mentir, sino más bien que el mensaje tuviera destellos de credibilidad para que la manipulación del resultado electoral no fuese tan extraña o sorprendente. Vender esperanza nunca fue tan barato.
El resultado luego de dos años de gobierno ha sido el esperado debido a los antecedentes y a la ausencia de correctores en las políticas implementadas desde Correa. Los empleos no se produjeron, se perdieron. La ciudadanía paulatinamente perdió confianza en su mandatario y la credibilidad de este difícilmente dejará de competir por los estelares últimos lugares. El combate a la corrupción es tan solo retórica de un malgastado discurso al que Moreno continuará aferrándose mientras dure su presidencia. La agenda de la ONU apenas se centrará en generalidades de control y propuestas burocráticas que no impactarán a este Gobierno más allá de su suerte ya jugada. La lectura del mensaje tiene importantes aristas económicas con resonancia dentro y fuera del país. ¿Por qué el extranjero debe invertir cuando el nacional no repatria sus propios capitales? Insólitamente se busca que sea así.
Me parece que el nacional, si se identifica con su país y tiene confianza en él, es el primero llamado a invertir en su país y repatriar sus propios capitales. Si viene el extranjero, en buena hora.