21 noviembre, 2024

Entre la Ideología y la ciencia… libros escolares de texto

Durante toda la historia de la humanidad, especialmente desde que la genialidad de Gutemberg nos diera la imprenta, la gente que ha detentando el poder ha visto en los libros de texto una oportunidad maravillosa para conseguir perpetuar su pensamiento y por tanto una forma estupenda de apropiarse de las conciencias y manipular las ideas. Debido a la sumisión ideológica Copérnico pagó caro sus afirmaciones y el gran susto que se llevó Galileo lo obligó a retractarse. Capítulo especial merece Juana de Arco cuya suerte no fue consecuente con su supervivencia y murió en la hoguera.

La ciencia moderna suele decir que “el conocimiento ideológico se opone al conocimiento científico” y dicha confrontación suele ser a muerte pues la primera se sirve del poder y de la ignorancia para someter a la segunda, aunque la ciencia siempre termina ubicando a la ideología en su lugar y nos ofrece espectaculares resurrecciones como las que vemos, por ejemplo, en la medicina moderna. Ideología, otrora religiosa, entonces militar, ahora política. Lo que vemos es que el dogmatismo y la fragilidad emocional del hombre –ser humano- no le permite ser consecuente con lo que dice haber aprendido en la escuela y en la vida, aunque muestre como documentos de desagravio sus propios títulos de doctorado o de maestría.

Revisar los libros que han estado usando nuestros niños y jóvenes durante la última década me deja atónito, por decir lo menos. En obediencia sagrada a lineamientos ideológicos de una mal llamada izquierda se perdió de vista los más grandes avances científicos. De plano también han existido países en donde los textos escolares respondían a los más protervos intereses de la llamada “derecha”. Los dogmatismos, vengan de donde vinieren obnubilan el pensamiento crítico y evitan pensar éticamente para la toma de decisiones. Afirmar o tal vez sugerir, por ejemplo, que el Ecuador comienza a ser un país moderno sólo y exclusivamente desde hace diez años, es ir en contra de más de quinientos años de historia que ya los científicos ecuatorianos de tal área nos han detallado con prestancia en sus libros y con argumentaciones precisas.

En lo personal siempre me ha preocupado que se nos diga que el país tiene mejor salud porque se han construido hospitales, o que tenemos mejor salud porque han traído médicos extranjeros. Si leemos la definición que la OMS ofrece desde hace décadas “la salud es un estado de completo bienestar, no solo físico, sino también social, emocional y psicológico” y yo siempre me he sentido tentado a agregarle también la palabra “espiritual”. Es decir, en honor a una ideología, se pasó por alto lo que los científicos hace rato nos dicen, “un país que tiene buena salud es aquel cuyos ciudadanos se enferman menos” y en eso precisamente estriba la prevención. Salud no es sólo tener grandes hospitales, es también tener seguridad social, empleo, servicios básicos, confianza para mandar a tus hijos a la escuela sin el temor a que sean violentados, oportunidades para todos.

Afortunadamente, en el caso de los textos escolares ecuatorianos ofrecidos hasta el año lectivo anterior con groseras manifestaciones ideológicas, personas tan capaces como el Dr. José Brito en el Ministerio de Educación, se han encargado de producir nuevos módulos de manera que desaparezca el “sesgo ideológico” que a mi manera de ver las cosas es incompatible con una educación liberadora como diría Paulo Freire, una preparación con base en la investigación y en los procesos mentales básicos para la comprensión y signada en todo su desarrollo por la vertiente axiológica que la dan los valores y principios, sustento del carácter del ser humano.

Nuestros niños, niñas y jóvenes merecen educación de calidad, es cuestión de vida o muerte, pues pronto ellos estarán a cargo del país y nosotros pasaremos a ser sujetos dependientes de sus decisiones. Si no nos aseguramos de prepararlos bien me temo que estaremos firmando el acta de defunción del Ecuador, por ello es tan importante asegurarnos que esas herramientas fundamentales, los libros, sean físicos o digitales les permitan desarrollarse sin taras, complejos, culpas y dolorosas falacias.

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