“Cuando un padre da a su hijo, ambos se ríen; cuando un hijo da a su padre, ambos lloran” – William Shakespeare
Todos los seres humanos, queremos tener éxito en todos los campos de la vida, y nos embarcamos en dicha tarea, una vez tomamos conciencia de nuestro propio ser, buscando a diestra y siniestra, las mejores oportunidades que nos brinde las circunstancias, el entorno y sobre todo nuestro propio empeño, sin saber que la semilla del éxito o el fracaso de nuestras vidas, se encuentra en nuestro interior, viene pegado a nuestro ADN, y de lo cual no estamos conscientes la gran mayoría de las veces.
Precisamente de ese despertar de la conciencia del dar y recibir en un intercambio del más puro y desinteresado amor filial, nos hace referencia Joan Garriga Bacardì el su libro ¿Dónde están las monedas?
Esta lectura nos invita a la reflexión, al cambio de la negación por la aceptación, sobre un asunto esencial que nos concierne a todos: el proceso de asumir nuestro origen, nuestro legado familiar y de encontrar a través de ello nuestro lugar en el mundo.
Nos plantea una propuesta de aceptación, de agradecimiento, de un dar y recibir en el marco de un amor filial. Un sí a la vida, tal como es, con aceptación plena. Una aceptación a nosotros mismos, tal como somos y muy conscientes de nuestras fortalezas y debilidades. A los demás, tal como son con fortalezas y debilidades. Y sobre todo a nuestros padres, tal como son y tal como fueron, con sus días de luz y sus días de sombra, vehículos providenciales de nuestra existencia, la de nuestra prole y mucho más.
La dinámica planteada por Garriga, gira en torno a las relaciones con nuestros padres, planteando dos enfoques: el positivo y el negativo.
El enfoque positivo de agradecimiento, felicidad, orgullo y complacencia por lo recibido de nuestros padres, con la manifiesta gratitud a ellos, expresada a viva voz y manifestada en nuestras acciones hacia ellos, que nos lleva por una senda de plena realización al sentirnos seguros y confiados en que nuestros padres lo han dado todo por nosotros y que por lo tanto vamos por el mundo sintiéndonos los seres más ricos en todos los campos y sentidos, muy capaces de lograr nuestros objetivos en la vida y a su vez esa misma heredad trasmitirla a nuestros hijos.
Y el enfoque negativo de ingratitud, tristeza, vergüenza, rabia por lo poco recibido de nuestros padres, con la manifiesta ingratitud expresada a viva voz y manifestada hacia ellos con nuestras acciones cotidianas, que irremediablemente nos lleva por la senda del fracaso y desolación al sentirnos inseguros y desconfiados, pensando que no estamos completos; ya que, nuestros padres no nos han dado todo lo que merecíamos, lo que nos hace sentir unos pobres diablos en todos los campos y sentidos, incapaces de lograr nuestros objetivos en la vida, abrazando el fracaso como nuestro eterno compañero. Buscando en nuestra pareja o nuestros hijos lo que a nuestro criterio nos hace falta; pues, no fue otorgado en su momento por nuestros padres.
Ya lo dijo Confucio que solamente puede ser feliz, quien sepa ser feliz con todo.