Despertarse, al igual que, convivir es una práctica consuetudinaria ejercida voluntaria e inherente a nuestro accionar humano, ésta nos mantiene en sociedad, la cual llamamos de diversas formas: país, Estado, familia, amistades, organización, “grupo”, entre otros.
Ecuador en su controvertido devenir histórico y coyuntura política actual, la cual desde una ciudadanía responsable, observo con desencanto y preocupación, debe con frontalidad enfrentarse a reconocer los desafíos y escollos de fondo, entiéndase a: la crisis ética institucional de los poderes políticos constituidos y de la muy denostada participación ciudadana-electoral, que no ha demostrado nada más que meros fines electorales/partidistas.
Entonces, ¿qué más nos queda ecuatorianos? ¿Cuál es la solución o programas de modificaciones estructurales a demandar de quién dice gobernar? ¿Estamos realmente dispuestos a asumir con honor y seriedad la debacle económica heredada por el Estado “gran hermano y corruptor”? Pueden ser muchas y diversas las respuestas a encontrar, pero solo una con acertada validez: responsabilidad compartida.
Dejando el discurso populista y los improperios para los “caciques partidistas” y sus custodios dogmáticos, como ecuatorianos encarguémonos de revertir el carácter de “reservado” que el país enfrenta, referente a su ineficiente competitividad, debilidad institucional y sobre todo a su democracia de papel.
Que despertados de la maquiavélica y larga noche revolucionaria, causante del retroceso en materia de libertad económica y desarrollo sea la introducción a un Ecuador de ciudadanos comprometidos, no con el poder, sino con su gente.