“Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por dinero.” Voltaire
Los ecuatorianos, tal como lo hizo Abraham, nos preguntamos si se puede salvar el Ecuador aunque sólo hayan 100 honestos, o 50 o tan solo 1. En realidad el Ecuador tiene muchos más honestos, por supuesto avergonzados y apenados por los conciudadanos que ven la corrupción como normal e incluso como medio de vida.
Nuestro querido país no podrá sacar de la pobreza a las mayorías mientras el egoísmo continúe propagando el reino de la corrupción en lugar del bien común.
El país está corrompido hasta la médula como lo venía diciendo el doctor Carlos Julio Arosemena. Hemos dejado que se nos vaya de las manos el problema. Actualmente cuando se ve a un honesto es como un faro en un mar tenebroso. Pero más vale morir luchando por un ideal que vivir esclavizados con algo inmoral.
Todo lo malo parece eterno mientras queramos verlo así. La corrupción es una vergüenza para nosotros como ecuatorianos. En el último boom petrolero, por los pésimos ejemplos desde las cúpulas, se ha esparcido, de forma exponencial, como una plaga maldita por prácticamente toda la tela social.
Los corruptos son traidores a la Patria. La patria es la unión de nuestros compatriotas en búsqueda del bien común, y quien perjudica ese bien común traiciona a los ecuatorianos. O muere la plaga de la corrupción o muere el Ecuador.
En otras palabras, para que la Patria viva la corrupción debe fallecer.
Nuestra actitud debe ser de cero tolerancia a la corrupción de cualquier tipo, venga de donde venga. Es la única manera, aunque quizá dolorosa y molestosa, de curar este cáncer social. El mal de la corrupción hay que erradicarlo desde la casa, desde los colegios, desde los amigos, desde toda tribuna donde se pueda. Es la única forma de cortarla de raíz.
Si queremos que el Ecuador salga adelante, tenemos que estudiar más y tener cero tolerancia ante la corrupción haciéndoselo saber a los traidores a la Patria.
Con las armas correctas podemos llegar más lejos de lo que pensamos. Usando el casco de la prudencia, el escudo de la fe, la espada de la justicia y la esperanza y la armadura del amor podemos crear caminos en donde no existían, crear puentes donde había sólo abismos y producir una sociedad más justa para todos.