Desde que la señora Luisa Ortega Diaz desertó, en el 2017, de las filas del gobierno de Maduro después de una década en el cargo de Fiscal General de la República; es mucha el agua que ha pasado debajo del puente. Sin embargo, aunque no es la misma agua, toda luce del mismo color.
Basta para comprobar esto, con fijarse en las declaraciones y posturas adoptadas por algunos funcionarios de los más representativos del régimen que en el presente año 2019 han imitado a la exfiscal, como el general Hugo Carvajal, exdiputado y exjefe de inteligencia y contrainteligencia militar, entre otros cargos; el abogado Christian Tyrone Zerpa, exdiputado y miembro de la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia y Manuel Christopher Figuera, el más reciente de todos, al igual que Carvajal general del ejército venezolano y exdirector de inteligencia militar, además de jefe del SEBIN al momento de su deserción.
Palabras más palabras menos todos ellos han coincidido en asegurar que si bien colaboraron con la administración de Maduro, no llegaron a cometer grandes fechorías ni delitos terribles, como la tortura, que al parecer según lo interpretamos nosotros de todo lo que han dicho hasta el momento, sería junto con algún otro de similar naturaleza el único a tomarse en cuenta a la hora de enfrentarse públicamente a un organismo internacional de justicia o más privadamente de hacer un examen de conciencia. Por supuesto que esto exige definir y clasificar cuando un delito dentro de un sistema de control, persecución y castigo a todo ciudadano opositor o crítico es más grave que otro como para merecer diferentes apreciaciones morales personales y sociales, pero damos por hecho que esa tabla ya existe y que la hicieron ellos.
Coinciden igualmente en que el mandato de Chávez nada tiene que ver con el de Maduro, pues en aquel las elecciones eran democráticas y se respetaban los derechos humanos; llegando a asegurar que la actual crisis humanitaria consecuencia del gobierno de Maduro nunca se hubiese producido con un gobierno de Chávez. Un argumento este, bastante manido últimamente, que pareciera olvidar el hecho cierto y demostrable de que con Chávez también hubo violación de derechos de todo tipo desde los civiles hasta los políticos.
Como prueba de las continuas violaciones de estos últimos ahí están el TSJ y el CNE, organismos creados por Chávez y coaptados totalmente por él a su gobierno y que tan parcializadamente han influido en procesos electorales tanto de este como del anterior gobierno. Es tan importante la deconstrucción del actual CNE, heredado por Maduro de Chávez para la restitución de los derechos políticos, que constituye actualmente uno de los puntos más álgidos en la agenda electoral dentro de las negociaciones del gobierno con la oposición. Tampoco el SEBIN creado por Chavez en el 2010 para sustituir a la vieja DISIP o la presencia de miles de efectivos del gobierno de los Castro en las estructuras del Estado venezolano, pueden considerarse una referencia novedosa en la historia reciente de país, en los últimos veinte años.
Por lo tanto, aferrarse al “chavismo originario” como un católico a una cruz para hacerle frente a la herejía que supone el “madurismo” como si este último se tratase de una corriente malsana, viciada y desviada de aquel, por sacerdotes y practicantes poseídos por una fuerza diabólica, es realmente patético e inútil, pues no protege ni vacuna contra nada, ni contra el derecho penal internacional, ni contra el nacional, ni contra nadie que reclame verdadera justicia.
Y por supuesto, por parte de los desertores de Maduro o más bien disidentes como prefieren llamarse, aunque el término más apropiado seria “arrepentidos a destiempo”, hay también concordancia en algo que no podía faltar como es el de la finalidad objetiva, colectiva, de ayudar a salir de Maduro. De modo que, si antes ellos estaban obligados a apoyar a Chávez y Maduro, ahora, después que estuvieron colaborando para mantenerlos en el poder durante todos estos años, se sienten destinados a todo lo contrario.
Y no es que no creamos en el arrepentimiento como un bien del ser humano, que por supuesto existe. En lo que no creemos es en que alguien que siente remordimiento, reconozca solo a medias, a veces ni eso, como si no tuviera conciencia del lodazal donde estaba metido, su participación como pieza del engranaje en una locura colectiva como la del gobierno de Maduro, que en proporción supera a la de países más grandes en población y territorio como la antigua Unión Soviética o la China comunista. O peor aún, que en algunas ocasiones traten de presentarse ante los medios como si fuesen héroes por rebelarse contra Maduro y descargarse de todos los secretos que llevan consigo.
El último ejemplo de esto nos lo acaba de dar el general Figuera quien al referirse en una entrevista televisiva al paso que dio el 30 de abril para deponer a Maduro, mediante un plan abortado al retractarse otros complotistas en altos cargos del régimen, afirmó que él se atrevió, salió de su estado de confort. No sé si esto lo dijo como una especie de justificación personal; pero al menos explica por qué la gran mayoría de los venezolanos que perdieron su estado de confort desde hace mucho tiempo, se atreven y salen a la calle para protestar contra Maduro, no uno, sino todos los días.