El Gobierno debe primero demostrar su confianza en el mercado para que este actúe en reciprocidad y pueda volcarse hacia las nuevas oportunidades de inversión que se puedan ofrecer. La premisa sea tal vez demasiado simple para que el Ejecutivo lo entienda, pero no existe una forma más sencilla de decirlo. Debemos ir en busca de las inversiones que el mercado esté dispuesto a arriesgar aquí en detrimento de hacerlo en otras latitudes. ¿Cómo lograrlo? La confianza en el mercado debe plasmarse a través de una política de tolerancia cero contra la corrupción, la separación de poderes, la disciplinada actuación en estricto apego a la Constitución y las leyes del país, etc. El ranking del The Heritage Foundation sobre libertad económica es concluyente en que el país no abraza al mercado y es por ello que las inversiones, por más que las autoridades gubernamentales continúan diciendo lo contrario, no terminan por ingresar.
Hace 12 años que el país se divorció del mercado y desde entonces su situación económica se ha peligrosamente deteriorado. La actual administración pregona grandes esfuerzos por enmendar sus pasados abusos, pero el mercado no le responde. Es concluyente que el camino está errado. La demagógica propuesta de aumentar o diferenciar el IVA es un insulto a la inteligencia. La corrupción gubernamental doblega cualquier tentativa de corrección económica. No hay mucho más que decir; el burro, no por serlo, deja de responder positivamente al cariño del que bien lo trate. Alguien aún no entiende el mensaje.