24 noviembre, 2024

Invocación Huancavilca. En el 484 Aniversario de la Fundación de Guayaquil.

Hoy a 484 años de la fundación de nuestra ciudad, es tan difícil hacer un recuento de su historia, porque Guayaquil ha vivido tanto en estos casi 5 siglos, que realmente es admirable su subsistencia hasta el presente.

Levantada al pie del “Cerrito verde”, como un bastión centinela de la conquista de todo un Continente.  Porque era la conquista española, de este Continente Sur, la que se hubiera jugado si no se levantaba Guayaquil y si muchos años más tarde, desde el fortín de el Cerro Sta. Ana, no se avizoraban los barcos piratas, que la acosaban siempre para esquilmarla.

Hacer Guayaquil, no fue fácil, ella fue el resultado de la resistencia de dos razas fuertes, la primitiva Manteña-Huancavilca y la hispana aventurera, ambas indómitas y navegantes.

La nuestra poseedora de una gran cultura que venía de casi 5 mil años, evolucionando en períodos sucesivos desde el formativo-temprano del Valdivia, hasta el de Desarrollo regional donde la encontraron los españoles.

Tenía un sello especial, porque no había sucumbido a la conquista incásica.

Según lo dice la investigadora guayaquileña Jenny Estrada “Aquellos pueblos con organización social jerarquizada y sistema de gobierno propio, distaban mucho de ser dependencias sojuzgadas por el Incario cuando llegó el conquistador.  Al desarrollo de la agricultura que constituyó reglón básico en su economía; los nuestros sumaron su tradición marinera que se remonta a la primera ocupación de la Isla La Plata –Valdivia III (2.500 A.C.) y se proyecta a través de los siglos en los grandes navegantes de la balsa manteña-huancavilca poseedores de una tecnología náutica superior” …

Todos los, conocedores de nuestra historia, recuerdan el primer encuentro del navío español al mando de Bartolomé Ruíz, en aguas ecuatorianas, con esa “extraña embarcación” que no era otra, que una balsa Manteña-Huancavilca y cuya descripción de Sámano –Xerez, escrita por Jenny Estrada en su libro LA BALSA, en la Historia de la navegación ecuatoriana, vale la pena conocerla, porque nos evidencia a los manteños-huancavilcas, no como tribus salvajes, sino como un pueblo de hombres de cultura también singular.

Dice así: “Era un navío de “tractantes” (comerciantes) de aquellas partes.  A bordo llevaba cerca de 20 personas entre hombres, mujeres y niños. Tenía capacidad de carga de 30 toneles grandes, jarcería de henequén con una vela de algodón.  Estaba confeccionado de gruesos maderos atados fuertemente con cuerdas de henequén a una superestructura de bambú, colocada sobre trozas formando una cubierta. Usaba piedras como anclas.  Mástiles y botalones de maderas duras y tablones de quilla o “guaras” para dirigir su rumbo. Navegaba hacia el norte con un cargamento de joyas de oro y plata, pinzas, tazas y tazones, espejos de obsidiana con marcos de plata, muchos tejidos de lana y algodón en vistosos colores.  “Cerámica de color negro, balanzas para pesar oro, algunas esmeraldas, muchas sartas de cuentas coloradas, ornamentos de una concha colorada,” etc…

Sin tomar en cuenta cada una de los objetos que transportaba, los cuales, si los analizamos como productos de arte y técnica textil, de orfebrería, de cerámica etc. evidencian alto rango cultural de los manteñas-huancavilcas.  Solo quiero referirme a la importancia de este hombre huancavilca dentro de la navegación, un tema subyugante que despierta parte de nuestro orgullo étnico dormido, porque reafirma el alto nivel cultural de los pueblos manteños-huancavilcas, aún para las culturas náuticas europeas, por lo que marineros españoles en el siglo XVIII, -los hermanos Jorge y Antonio Ulloa- dijeran al analizar técnicamente dicho sistema de guaras – “otra hubiera sido la historia de la navegación europea, si tal procedimiento llegaba a descubrirse anteriormente” …

Dos siglos después Heyerdahl, invitado por Emilio Estrada Icaza al examinar las guaras de balsas huancavilcas del siglo XVI, se inclinaba reverente ante la técnica tan sabia y adelantada.   Y me tocó a mí, oír al navegante Vital Alzar, hace 3 décadas, cuando sobre la mesa de sala de mi casa, describía asombrado “el milagro náutico” de los huancavilcas y entre exclamaciones de admiración, decía “eran sabios navegantes”.

Por lo que, al invocar los nombres de todos ellos, junto a científicos y arqueólogos, que profundizaron el estudio de nuestra navegación, nos abrieron más la ventana de luz por el aprecio de nuestra cultura primitiva- como una civilización de primer orden, existentes siglos antes de la llegada de los españoles y que fusionados entre si produjeron el mestizaje hispano-americano.

Por ello creo, que el 25 de julio de 1537 fecha señalada como la fundación de Guayaquil, se la debe señalar como fecha del asentamiento jurisdiccional hispánico de esta Ciudad indómita, que hoy en pleno siglo XXI, sigue adelante forjando su destino…

“Por la paz del mundo”

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