22 noviembre, 2024

La letra con dopamina entra

En uno de los libros del connotado neurólogo y neurocientífico argentino Facundo Manes se hace una afirmación medio en serio y medio en broma, a propósito de la famosa frase de la antigüedad que nuestros abuelos solían repetir de cuando en cuando… “la letra con sangre entra”. Y es que si recordamos la influencia del conductismo y los modelos de condicionamiento clásico de Pavlov y Thorndike, o del condicionamiento operante de Skinner la educación de los seres humanos de los siglos anteriores estaba marcada por el “magister dixi” y su infalibilidad cognitiva y por el hecho de que los estímulos –positivos o negativos- tenían directa influencia sobre la conducta.

En la vorágine con la cual se producen ahora los conocimientos y los avances arrolladores en el estudio de la Neurociencia, a partir de los años setenta del siglo veinte se vienen dando descubrimientos científicamente contundentes acerca de la relación entre cerebro y conducta, sobre todo en el ámbito de las sustancias bioquímicas que entre las neuronas desarrollan su accionar. Cuando inicié mis estudios de medicina en 1975 era inimaginable pensar en que podría haber una sustancia capaz de controlar los mecanismos de sueño y vigilia, en tanto que su producción en el cerebro era poco menos que descartada. Sin embargo, existe, se llama melatonina y se produce en la glándula pineal. Sí, así como me lee, ese mismo lugar en donde Descartes pensaba se encontraba el alma inmortal, muy separada del aspecto físico.

Hoy la dopamina cuyo origen tiene que ver con las proteínas y especialmente con un aminoácido llamado tirosina, es tal vez la sustancia más investigada en el cerebro, pues se menciona reiteradamente su relación con el “placer”. Si, el placer en todas sus manifestaciones, tanto así que me motiva a encontrarle una relación directa y concreta con la educación, sobre todo con la de los niños, niñas y jóvenes. Aunque también los adultos segregan dopamina y ya investigadores de la talla de Margarita Amestoy de Sánchez afirmaban desde treinta años atrás que al fin y al cabo todos los seres humanos aprenden a través de similares procesos de pensamiento.

Los educadores de niños utilizan mucho el vocablo “lúdico” para referirse al juego, de manera que se ha dado por afirmar que el aprendizaje debe ser necesariamente lúdico, así se supone que el niño y la niña aprenden mejor. Pero… ¿qué es lo que causa que un niño encuentre placer en el juego?, y ¿cuál es exactamente el momento en que ese placer debe ser aprovechado para aprender?. Fíjense amigos que las investigaciones han avanzado tanto que ya está claro que no es el placer –a secas- lo que favorece el aprendizaje exclusivamente, es en realidad “la expectativa de placer” lo que despierta los factores “fertilizantes” de las neuronas como el mítico BDNF y lo que causa descarga dopamínica con el consecuente desarrollo de los procesos de aprendizaje, que de contar con un buen mediador –llámese maestro o tutor- catapulta al aprendiz a logros inconmensurables. Bastaría tan sólo con aprender como relacionarse bien con la dopamina.

De allí la frase… “la letra con dopamina entra…”

Los educadores –de cualquier nivel- también tienen dopamina en su sistema nervioso, haría falta que realmente encuentren placer en lo que hacen –como primer requerimiento para educar positivamente a su estudiante o hijo-. ¿Puede lograrse?. Por supuesto que sí… Pero lo que realmente ocurre es que preparamos a los tutores para una educación obscura e inentendible en donde la existencia de la ciencia y sus extraordinarios conocimientos acerca del funcionamiento cerebral hace rato nos dan las pautas que debemos seguir, pero que no lo hacemos… ¿soberbia?, ¿desconocimiento?, ¿falta de visión?… o ¿todas a la vez?, lo cierto es que esa sencilla frase con la cual abro el presente artículo de opinión es tan cierta como concepto pero desconocida para quienes quieren ser luz en las tinieblas de la ignorancia… quienes se hacen llamar educadores…

Pasados mis cincuenta y tantos años de edad asumo con dolor que mientras los educadores no investiguen y no utilicen mejor sustancias como la dopamina, la serotonina, la noradrenalina, la GABA o la melatonina, no habrá avance posible, aunque el gobierno tenga mejores libros o se construyan más escuelas del milenio. Seguimos postergando la preparación y capacitación de maestros y condenando irremediablemente a nuestros niños y niñas a un futuro apegado a la simple memorización que no crea, que no innova y que no produce. ¿Qué pasa con la dopamina de nuestros gobernantes?. Vaya usted a saber…

 

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1 comentario

  1. Excelente articulo, me ha hecho reflexionar mucho sobre la educación de hoy y la cantidad de sustancias químicas que segrega el cerebro dentro del proceso de enseñanza – aprendizaje ………………………..muy bien sigan adelante artículos como estos hay muy poco o no hay…

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