21 noviembre, 2024

Respecto al incremento de la inequidad

“No habrá paz en la tierra mientras perduren las opresiones de los pueblos, las injusticias y los desequilibrios económicos que todavía existen.” Papa San Juan Pablo II 

La inequidad, lamentablemente, ha existido siempre. Caín mató a Abel, y el hermano del hijo pródigo se molestó con su padre, al regreso de su hermano, porque sintieron inequidad. Complica más el asunto el que la inequidad, en ocasiones, es más un asunto de percepción que algo real.

Pero una de las inequidades que vemos a diario, es la económica. Es indiscutible que la brecha entre ricos y pobres se agranda cada vez más. Esta inequidad es peligrosa, porque los que ganan poco, en ocasiones, no tienen lo suficiente para subsistir humanamente y eso lleva a revoluciones, a veces violentas. Pero hay una razón para esta inequidad. No necesariamente es algo de suerte.

Desde el 2014 la discusión respecto a la inequidad económica se hizo más intensa debido al libro titulado CAPITAL EN EL SIGLO 21 por el autor francés Thomas Piketty donde básicamente diferencia la riqueza de los ingresos. Indica que el capital, es decir la riqueza, gana más que el ingreso, es decir que el sueldo por un trabajo. Por esto, los bienes raíces, acciones de compañías, etc., incrementan su valor con mayor rapidez que los sueldos. Y como la gente de dinero tiene como principal ingreso lo que produce su capital, mientras que los más pobres dependen netamente de los sueldos, se genera la inequidad económica.

Por otro lado, el ingreso promedio por persona a nivel mundial, a nivel de salarios, ha ido creciendo cada año, y junto con éste la desigualdad entre los que más ganan y los que ganan menos. A nivel macro, esto se debe a que mientras las empresas van avanzando en generar valor agregado a sus productos, y con esto mayor calidad de vida, éstos se van haciendo más especializados y complejos. 

Los robots y programas computacionales van reemplazando los puestos de trabajo de personas con preparación suficiente sólo para trabajos de poca aplicación intelectual, lo que hace que sus sueldos no sean buenos, mientras que quienes se encargan de desarrollar y mantener funcionando dicha tecnología tienen sueldos cada vez más altos porque son de alta capacitación intelectual, y eso escasea. 

Otro efecto es la globalización donde ciertos países desarrollan productos muy económicos, como por ejemplo textiles, lo cual deja sin trabajo a personas que se dedican a estas actividades de manera artesanal. Mas la solución a este último punto no es dejar de importar porque eso perjudica a toda la población que tendría que comprar productos más costosos.

Los impuestos son una buena manera para redistribuir la riqueza, pero sólo cuando se los maneja bien. Y generalmente en nuestro país no ha sido éste el caso; han sido puestos más políticamente que con criterios macroeconómicos. Y la corrupción incrustada en los gobiernos genera mayor inequidad haciendo que la población odie los impuestos ya que saben que es dinero desperdiciado.

Siendo realistas, si queremos reducir la inequidad económica en el Ecuador tenemos que conseguir que haya más gente con preparación de calidad y más personas poniendo negocios propios.

Los ingresos de la gente con preparación adecuada son exponencialmente mayores que los de las personas con menor preparación. El siglo XXI es de las ciencias exactas y no hay espacio para la mediocridad. No basta un título universitario. Hay que especializarse mucho más, ya sea de manera formal o informalmente.

Por otro lado, una vez obtenido el ingreso, hay que ahorrar para poder generar capital y que este capital genere un segundo ingreso, que si bien es ridículo al inicio, su crecimiento es exponencial gracias a la magia del interés compuesto. Esto aumenta la riqueza de la gente, logrando disminuir la brecha entre ricos y pobres.

Evidentemente sí hay un grupo humano que necesita asistencia de la sociedad para salir adelante y ahí entra la ayuda a través de los impuestos bien manejados; pero la mayoría de ecuatorianos tenemos la creatividad suficiente, pero nos faltan las ganas de superarnos académicamente para adquirir los conocimientos que nos reclama el siglo 21.

La reducción de la brecha no se da por el esfuerzo de un grupo pequeño de personas, lo tiene que hacer la mayoría. Démosle la bienvenida a un mejor porvenir al Ecuador, empezando primero con la preparación intelectual constante.

 

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