A Edith, le tenía mucho aprecio desde que la conocí, gracias a haberme involucrado en esta maravillosa familia orense, desde hace más de 50 años. También ella, me tenía un singular aprecio.
Recuerdo, recién casados, cuando viajábamos a Machala, la llamábamos, para alojarnos en su casa, con Coca y en ocasiones con nuestros pequeños hijos. Siempre nos alojamos en su casa.
Cuando llegábamos, de inmediato nos tenia algun bocadito. Recuerdo sus palabras mágicas: “Un poquito de esto y un poco de aquello” y ya estaba en platillo, “a la carta”, hecho al momento.
Edith, no perdía tiempo, tan pronto sabía de nuestra ida, desacomodaba a sus pequeños hijos varones menores -al Tinito y al Chavetito,- así los llamaba- y una cómoda habitación de su casa, era para nosotros, el tiempo que permanecíamos en Machala.
Desde su casa, en más de una ocasión, partíamos a las Islas del Archipiélago de Jambelí -en Costa Rica-, donde mi suegro Don Nelson Romero y su esposa Doña Meche, tenían una cómoda casa playera.
Don Nelson, me ponía a sus ordenes su yate, para que me lleve de regreso a Pto. Bolívar, para que tome los barcos de Cabotaje -Pto Bolivar – Guayaquil-, que demoraban unos 6/7 horas, hasta el muelle 7 del Malecon Simon Bolivar, dependiendo de la marea.
Edith tenía, una destreza, singular en sus manos, era una experta en la cocina. Sus platos eran famosos y disfrutábamos en su casa, en las reuniones de familia o en cumpleaños especiales, de su expertiz.
Estaba casada con Jaime Cucalón Castro, -otro extraordinario ser humano- quien falleció, de un infarto masivo al corazón, estando aún, sus hijos/as, jóvenes. Jóvenes a quienes los formó, en los principios cristianos y morales hasta convertirlos en hombres y mujeres de bien. Todos ellos, exitosos en las distintas áreas en las que actualmente se desempeñan.
Escribo, estas letras, que las pronuncie en su velorio, a pedido de una de sus mejores amigas -las de su grupo del miércoles, en su casa-, en aquello que parcialmente recuerdo.
Para regocijo de todos; Edith, había, escrito un librito con sus recetas, -a mano-, lo conocí. Me enteré recientemente que dos de sus nietas han tomado la feliz iniciativa de publicarlo.
Espero con ansiedad, el día de su publicación, pues constituirá, un verdadero tratado del buen comer, de beneficio para todos/as los que quisieran aprender a cocinar bien.
Su velorio, constituyó una viva expresión de solidaridad y acompañamiento de la sociedad machaleña.
Sus restos descansan en el cementerio “Parque de la Paz”, de dicha ciudad. Soportó por más de veinte años, una penosa enfermedad, -cáncer-, pero, tales dolencias, no pudieron impedir, su alegría natural y sus deseos de vivir.
Como en todas las ocasiones, estas enfermedades triunfan sobre el cuerpo y nos dejó para siempre el 3 de agosto del presente año (2019).
Seguro estoy que Jaime, salió a su encuentro, tan pronto su alma subió a los cielos, donde se reunirán ambos con sus más apreciados familiares.
Le dedico este verso:
Su alma, la más sensible, tierna y pura.
Con su voz de paloma arrulladora
aún en su vejada juventud alegre, para
probar su hondo cáliz de ternura y,
su corazón, a impulsos de un esfuerzo soberano.
Abrió sus alas y emprendió su viaje,
acabando su jornada muy temprano
y a su nido, volvió despedazada.
Fue una mártir sin piedad escarnecida
Fue un Cristo sin piedad crucificada.
Murio feliz junto a su lado,
con quienes más amo a lo largo de su vida.
(Nota: Arreglado por mí, del poema del Vate Feliz Valencia.
Publicada en MP. de Diario EXPRESO: Año 6, No. 313 del 28/07/2019).
Descansa en paz.
MI MÁS SENTIDO PÉSAME PARA TODOS USTEDES.
UN ABRAZO.