El Federalismo, como un nuevo sistema de gobierno para los ecuatorianos, podría ser una visión muy interesante de la Administración Pública ecuatoriana. En síntesis, consiste en administrar con autonomía propia, los recursos que produciría cada provincia “federal”.
Suena bonito, pero tiene sus peros y sobretodo, no es el momento más indicado para ensayar un cambio así, tan drástico, -es un proceso- que históricamente lo han ensayado varios países en América, que costó mucho dolor y sangre imponerlo.
Más allá de los aspectos históricos ecuatorianos -J.J de Olmedo y Rocafuerte- fueron partidarios de este sistema, antes de la formación de la actual República del Ecuador.
Bolívar, terminó con esa idea, cuando visitó Guayaquil, -con 3000 hombres en armas-, para reunirse con San Martín.
El Ecuador pasó entonces a formar con Venezuela, y Panamá; lo que algún día se llamó la “Gran Colombia”.
El Ecuador fue considerado como el Estado del Sur de Colombia, hasta que el Gral. Flores, -ocho años después- la separó para inaugurar la República del Ecuador, en el año 1830.
Por lecturas de prensa, partidarios de este sistema político-administrativo, así lo han manifestado; los columnistas Calderón de Burgos, el Econ. Alberto Swett, el más temático, el matemático Illingworth -entre otros- que ha demostrado, la desigualdad absurda, de la distribución del Presupuesto General del Estado, entre las Provincias del Ecuador, del que a duras penas, un 15%, es entregado por el Estado ecuatoriano, a cada provincia del Ecuador.
El Ing. León Febres Cordero, no fue Federalista, pero, si “desconcentrador”, en materia presupuestaria, y fue un Quiteño, -encargado del poder-, a quien le correspondió dictar los primeros decretos, en ese sentido, -el Dr. Blasco Peñaherrera- a la sazón Vicepresidente del Ecuador, encargado temporalmente de la Presidencia.
El Arq. Sixto Durán-Ballén, le interesó la idea inicialmente -la privatización de ciertos servicios públicos que no funcionaban bien en manos del Estado-, recuerdo que privatizó, los Silos, mal ubicados, en un lugar del país, donde ni siquiera se producía maíz o arroz. Abandonó la idea.
Son tiempos difíciles para el país, no veo, que sea el momento más adecuado para intentar un ensayo como éste.
Recordemos que son las provincias de la Costa, los que han sostenido por décadas al Estado ecuatoriano: el arroz, el banano, el café, el cacao, la pesca y el camarón. En la Sierra, solo Pichincha, con la exportación de flores -desde hace unos 20 años quizás- y en menor escala, la producción industrial de lácteos, hacia Colombia. Las otras provincias serranas, contribuyen con ciertas artesanías -como Azuay-, por ej: -sobretodo con la producción de los sombreros de paja, muy de moda en estas épocas, y Loja, con algún licor de exportación, hacia el Perú. Totalmente marginales ingresos para el Estado ecuatoriano.
No descarto la idea, a futuro y con los pies sobre la tierra. La tarea no será fácil de realizarla.
Las provincias orientales, con justicia dirán, el petróleo que producimos se queda en casa y ahí sí. -”nos jodemos todos”-, como diría el cura de Buenavista.
Continuaremos.