Hace casi 25 años el país experimentó un verdadero sentido de unidad nacional por el conflicto bélico, antesala de la delimitación definitiva de nuestra frontera sur. La paz debió producir una estabilidad a la altura del enorme sacrificio nacional. Sin embargo, continuamos inmersos en una zozobra económica sin que los gobiernos de turno se hayan atrevido a corregir los errores políticos que la produjeron. ¿Hacia dónde vamos?
El pensamiento liberal aboga por la libertad del individuo dentro de un Estado mínimo, de solvente ordenamiento jurídico, vasta apertura comercial y fuerte crecimiento económico. Difícilmente alguien podría oponerse a mejorar su nivel de vida, pero lograrlo tiene un alto costo que los últimos mandatarios han evitado enfrentar por malicia, incompetencia y mafiosos liderazgos. Los socialistas, históricamente sentenciados al fracaso, esquilmaron a un Estado omnipotente con pleno dominio sobre el quehacer del país. La población, proclive a la consecución de un porvenir sin sacrificios, se inclinó hacia ese populismo izquierdista, al cual hoy despotrica mientras espera por un próximo mesías y un circo con mejores artistas.
La recuperación del país dependerá del valor de sus ciudadanos por enfrentar su realidad y demandar de sus líderes políticos el valor necesario para honestamente ejecutar los cambios necesarios. Hasta entonces la sociedad continuará en la precaria soledad de una penuria agobiada por corrupción e incomparable a lo largo de su historia republicana. No vamos para ningún lado.