21 noviembre, 2024

¿Cuánto vale la vida humana?

Pocas veces en mi vida he quedado impactado por las imágenes televisivas como las que he presenciado en Teleamazonas en una mañana del mes de marzo de 2009 sobre un ajusticiamiento indígena en Saquisilí. Un supuesto ladrón fue amarrado y arrastrado hasta la plaza principal para que los “justicieros” continúen con los latigazos y vejámenes, so pretexto de que estaban cansados de los constantes robos en la comunidad.

Las imágenes mostraban el intento de sacar la verdad o que el acusado divulgue a sus cómplices durante la aplicación de la justicia indígena.43 Tal era el terror de los espectadores que nadie atinó a hacer nada para impedir la barbarie. Si el hecho presentado por la televisión lo hubiera realizado agentes del orden, se llamaría brutalidad policíaca y todas los ONGs acreditadas en el país estuvieran protestando y exigiendo justicia.

Pero como se trata de indígenas autorizados para rociar gasolina en la humanidad del posible delincuente, ya que dicen tener los “papeles” que los respaldan para hacer el ajusticiamiento -así lo mencionó ante las cámaras de televisión un miembro femenino de la comunidad indígena- entonces aquí como que no pasara nada.

Estas son las consecuencias de la nueva constitución aprobada en Montecristi, donde se reconocen naciones indígenas dentro de una nación: Ecuador. Sus leyes inexactas y forma de ajusticiamiento pueden llegar al extremo de golpear o matar sin piedad por delitos menores tales como el robo y la hechicería, ya que al existir la iniciativa para prender fuego con gasolina a un ser humano es un intento de homicidio. Este hecho que no termina con la muerte por la acción de las autoridades regulares, que al ver que el crimen del acusado se aproxima, recién se llenan de valor para intervenir y someter al acusado a la justicia regular.

Estos errores en la Constitución del Ecuador, deja mucho que desear la formación ética y moral de nuestros asambleístas que parecerían que no valoran la vida como el resto de los ecuatorianos.  Los asambleístas, representantes de los pueblos, deben ser el ejemplo para la sociedad y no el reflejo de la civilización maltrecha de sus representados, que estarían hambrientos de ser guiados al progreso educado de la convivencia entre prójimos.

Por eso es necesario intentar darle valor monetario a la vida humana, no sin antes aclarar que no hay dinero en el mundo que justifique la muerte de un ser humano.  Estoy seguro de que debe haber muchos métodos académicos en el mundo que intentan ponerle valor a la vida humana, pero casi siempre encontraremos que cualquier intento de valorar la vida estarían relacionados a los números que puedan presentar planes de seguros de salud; es decir, cuánto le costaría a un gobierno cuidar a sus ciudadanos a lo largo de su vida, educarlo, darle seguridad, etc. No es sencillo calcular el valor estadístico de la vida. En Estados Unidos, diferentes instituciones públicas estiman valores entre 6 a 9 millones de dólares la vida humana, estimando beneficios frente a costos generados por el estado a favor de la sociedad. El valor estadístico de la vida siempre será filosóficamente debatido dependiendo del riesgo en el comportamiento de cada individuo con sus propios hábitos de fumar cigarrillos, forma de transportarse, alimentación y que tan riesgoso es el trabajo que realiza.

En el Ecuador no sería fácil calcular el valor de la vida a partir de las estadísticas de planes de la salud pública, debido a que el servicio no llega a todos. Empero, podemos intentarlo sumando todo lo que el estado invierte a lo largo de su vida, empezando por la propia generación de leyes que protegen su vida o garantizan su existencia desde que nace. Habría que preguntarse: ¿Cuánto cuesta un plan de salud a lo largo de su vida?

¿Cuánto costó su educación? ¿Se le garantizo vivienda propia? 

No me atrevo a poner cifras a mis cuestionamientos. Pero sugiero que se medite a cabalidad cada vez que seamos testigos de la muerte de un hermano ecuatoriano, porque aparte del incalculable valor emocional que esto significa para su familia, su muerte representa una pérdida de recursos para la sociedad que van más allá de una simple estadística de promedio de vida. Vivimos en comunidad por la vida y por el bien de nuestra sociedad. Como dijo Albert Einstein, “el mal no existe sino la ausencia del bien”. Deroguen de la constitución la barbarie o en su efecto habría que ponerle límites a la justicia indígena y sus pretensiones.  Yo también soy ecuatoriano, ¡Carajo!  

(Sacado del libro: “Qué pasa Ecuador” por Bruno Faidutti Navarrete)

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CONVERSATORIO CON LA PRENSA DE GUAYAQUIL

Ha sido desde siempre que el ser humano ha querido llevar una cuenta sistemática del tiempo para referirse a sus actividades. Los calendarios existen para medir las actividades humanas, y no al tiempo mismo, que según muchos entendemos no existe, así como tampoco existe el espacio, sino la unidad de medida que creamos como referente a la finita y limitada capacidad corpórea que aprisiona nuestra también limitada capacidad de entendimiento. Lo que digo nos acerca un poco a entender el concepto de lo infinito, que es algo que no tiene ni presente, ni futuro ni dimensiones tangibles. El infinito es un todo. Es, simplemente, un solo instante. Para no volvernos locos con este pensamiento, los humanos vivimos siempre en un ayer, un ahora y un mañana que hace referencia a la medianoche de cada día.

Y es así que dentro de nuestras limitaciones biológicas y física, saliendo de lo eso que va más allá, que es la metafísica, nos topamos con el Año Nuevo, que es una fiesta en la que se pacta el cierre de un anillo, definido con los rítmicos movimientos de los astros. Por eso nos embriagamos, encendemos fuego real o en artificios, nos abrazamos y volvemos a lo mismo, es decir a iniciar otra vez lo mismo. Así una y otra vez, hasta que morimos y ya el calendario no cuenta, aunque el tiempo sigue impertérrito e imperturbable viendo desfilar ante sí a miles de millones de humanos y gusanos.

¡Estimada Joyce!

No creo te haya sorprendido el cierre de tu programa de televisión, Bajo la Lupa, justo en estos momentos en que la libertad del País, está azotada por el vendaval nefasto que la lleva de tumbo en tumbo en retroceso y con ello a la democracia, cuyo baluarte es la libertad.

Tu programa Bajo la Lupa no iba a escapar de la represión, por ser valioso escenario político – económico, abierto al pensamiento libre, donde gente del mundo nacional e internacional con tu sabia dirección analizaba la realidad de los pueblos y, por supuesto, de nuestro País.

3 comentarios

  1. Es imposible vivir alejado de Dios y se las leyes y principios de la convivencia como hijos de Dios enmarcado todo en la honestidad amor y respeto al de humano ! Si el ser humano trasgrede los límites de todo eso que es estar en lo básico y elemental para un día de paz y hermandad atamos destruyéndose para nuestros hijos lo ftndamenral para sea vidas y del planeta tierra !

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