Este tema surgió a partir de una conversación que tuve con una amiga instructora de yoga, quien me contó acerca de su experiencia con una joven argentina que llegó a Olón, en la provincia de Santa Elena, como parte de su recorrido por la vida y por el mundo. La chica de unos diecisiete o dieciocho años sabía perfectamente como desenvolverse en medio de un mundo machista y abusivo, ponía a cada quien en su lugar y no permitía que se le acerquen demasiado o le falten al respeto. Decía con mucha soltura: por favor aléjate un poco que me estás incomodando, hazte mas allá, etc. Pacífica, así se llama mi amiga, aprendió de ella, a dejar a un lado la timidez en el momento en que se deben decir las cosas. Iniciaron juntas un proyecto de un huerto para enseñar a los chicos a vivir de una manera sustentable con la naturaleza; una excelente iniciativa que lastimosamente no tuvo acogida en la escuela del lugar. La chica argentina no pierde el tiempo y en sus horas libres, ya que trabaja en uno de los restaurantes, se pone a pensar que hace para beneficiar al mundo.
En un primer momento parecería que nada tiene que ver esta experiencia con el tema literario, pero no es así, tiene que ver y bastante.
Cada mujer del mundo es un vasto libro de experiencias que al ser relatado invita a revivir historias comunes, pero a la vez únicas, verdaderas y en muchos casos, fascinantes.
El tema lo presenté en un conversatorio denominado “Mujeres en las artes y el progreso del Ecuador”, organizado por la Asociación Cultural Cerro Santa Ana, de la mano de su presidenta Silvia Vélez, y considero que es un tema importante y actual por lo que lo expuse también en la Primera Feria del Libro de Playas, organizada por Bryan Valarezo.
“Mujeres Trotamundos y la literatura” abarca un amplio contenido; ya que, para el desarrollo de las artes y el progreso del Ecuador, no solo habría que nombrar a las mujeres destacadas, populares o galardonadas. Pienso qué para el progreso de un país, así sea pequeño como el nuestro, son las mujeres que nadie menciona, ni en los medios de comunicación, ni en las redes sociales las que juegan un papel preponderante. Ya que es esa mujer que se levanta temprano y olvidando sus propios sueños, se pone a preparar el desayuno, luego a lavar los platos, después a arreglar la casa, luego a lavar y a planchar la ropa, quien es la forjadora del progreso.
Esta crónica de vida común a muchas mujeres, constituye ese día a día en el que se generan las historias. Así en las novelas de las famosas escritoras del mundo, son las crónicas de la vida común las que toman protagonismo, quizá lo que las distingue de un simple relato entre amigas, es la forma extraordinaria de ser narradas.
Mujeres trotamundos somos todas; unas estamos conscientes de eso, otras no. Pero de alguna manera nos ha tocado ir de un lugar a otro, sin un orden previsto, e ir improvisando con lo que nos ha tocado vivir.
Recuerdo ahora a una mujer así, mi mamá, la protagonista de mi última novela, “La luna azul de Julio”, publicada en el 2018. Yo viví una época de mi secundaria y parte de la universidad, en la que solía luxarme el tobillo izquierdo; y mi mamá tenia que llevarme al traumatólogo, quien me inyectaba algún tipo de medicamento en la articulación y reparaba la férula de yeso, que duraba poco en mi pie. Mi mamá, “cogía” a mis dos hermanas pequeñas y las embarcaba en un taxi, y a mi también, llegábamos al consultorio del traumatólogo, y ahí debíamos esperar hasta que él me atendía. Armábamos tal alboroto que la secretaria del doctor Longo, nos puso el sobrenombre de “las piratas”. Y así, mi mamá iba de lugar en lugar, resolviendo lo que le tocaba por cada una de las tres hijas. Vivencias como ésta, también las tuve yo con mis cuatro hijos, y ustedes seguramente también tienen mucho que contar.
A lo que voy, es que las grandes historias nacen de lo cotidiano, y las grandes mujeres también. Esas que comienzan solucionando los problemas del hogar, luego los del trabajo y terminan transformado un país.
Un trotamundos es una persona con espíritu aventurero, por lo general, aficionado a viajar; actualmente el término se usa como símil de “mochilero”, pero es algo distinto. La palabra “Trotamundos” nace del vocablo inglés globetrotter, lo que quiere decir: el que trota por el mundo.
El trotamundos es independiente y lo que lo motiva es descubrir cosas nuevas, nuevos lugares, nuevas maneras de vivir, nuevas personas, se aparta, por naturaleza, de los círculos convencionales.
El trotamundos va libre por la vida y la aventura es su propósito; suele no tener un rumbo fijo y va ajustando las circunstancias de su viaje con lo que va encontrando en el camino.
Este “trotamundos” tiene mucho que ver con las mujeres en el arte y el progreso no solo del Ecuador sino de toda la historia de la humanidad.
La mujer por su condición femenina ha tenido que luchar bastante par ir abriéndose campo en la literatura; no ha sido un camino fácil; ha requerido talento, ingenio, determinación, perseverancia y hasta temeridad. Hubo épocas en que, para la mujer, ser instruida o demostrar sus conocimientos era un riesgo de muerte, cuando menos, de desprestigio.
Grandes escritoras internacionales tuvieron que usar su talento para sobrevivir, pero eso sí, cambiando su nombre y escondiendo su verdadera identidad tras un seudónimo. Tal es el caso de las hermanas Bronté, tres escritoras inglesas que son de mis favoritas. Sus novelas trágicas, a donde prevalece el villano, el amor prohibido y la chica víctima del amor imposible, son un reflejo de lo que sucedía en sus propias vidas. Vivieron en la pobreza e iban de una ciudad a otra en la antigua Inglaterra, con todas las vicisitudes del camino, arriesgándose a ser despreciadas y a que su obra no sea tomada en cuenta ni valorada.
Estas hermanas británicas, Charlotte, Emily y Anne Brontë (Emily es la autora de «Cumbres borrascosas» y Charlotte, de «Jane Eyre»), publicaron sus libros con los nombres de Currer, Ellis y Acton Bell, respectivamente. Las nombro aquí y las pongo de ejemplo, por que utilicé sus nombres a manera de homenaje en ciertos personajes de mi novela, “La luna azul de julio”.
La historia occidental es principalmente de autoridad masculina, por lo que las mujeres empezaron a usar nombres ambiguos o directamente masculinos, para que sus obras sean aceptadas y poder publicar.
De ahí se nota ya la intrepidez y el riesgo; la perseverancia y la libertad de no dejarse atar por las convenciones sociales y buscar salidas hasta conseguir el objetivo. Estas mujeres eran unas trotamundos.
Mary Shelley, por ejemplo, otra escritora inglesa, fue una narradora, dramaturga, ensayista, filósofa y biógrafa británica, reconocida sobre todo por ser la autora de la novela gótica Frankenstein o el moderno Prometeo, que es considerada la primera obra de ciencia ficción de la historia. Ella tuvo que publicar su obra de manera anónima, y muchos al inicio atribuian la utoria de Frankenstein a su esposo Percy.
Así como ellas, hay muchos casos de célebres escritoras, más allá de que usaran nombres masculinos o publicaran de manera anónima, están las vivencias que enriquecían sus relatos; ellas y su forma de concebir el mundo y la problemática social, eran en realidad ese personaje, que iba y venía de un lugar a otro, que resolvía los conflictos propios y de extraños; que en fin, buscaba la forma de sobrevivir a las adversidades, tal como decía del trotamundos, que va ajustando las circunstancias del viaje con lo que va encontrando en el camino.
Esta independencia es lo que han buscado las mujeres escritoras de todas las épocas, impulsadas por ese deseo de descubrir cosas nuevas dando rienda suelta a la fantasía; nuevos lugares, nuevas maneras de vivir, nuevas personas. Es un denominador común de la mujer escritora: se aparta, por naturaleza, de los círculos convencionales. La mujer que escribe es una trotamundos, va libre por la vida y la aventura es su propósito.
Ecuador tiene insignes representantes de su cultura, mujeres que marcaron una línea de partida para las generaciones que llegaron después, nombres como Dolores Veintimilla y Marieta Veintimilla, deben ser reconocidos de esta manera.
Dolores Veintimilla de Galindo fue una poeta ecuatoriana, nacida en Quito el 12 de julio de 1829. Es una de las más elevadas voces de nuestra poesía, la mayor del romanticismo. Fue la primera mujer que luchó contra la pena de muerte en el Ecuador, así como una de las primeras defensoras de los indígenas.
Fue acosada por los prejuicios sociales, los roles, el machismo, la violencia, pero eso a ella no le importó, hizo de su vida una vocación literaria. En su corta vida fue creadora de inspirados poemas y trabajos literarios. Su poema más conocido es “Quejas”, a donde justamente increpa a los “hombres necios”.
Marieta de Veintimilla, quien nació en Guayaquil el 8 de septiembre de 1855 y murió en Quito, 11 de marzo de 1907, fue una política y escritora ecuatoriana de finales del siglo XIX, conocida popularmente como «la Generalita». Como sobrina del presidente Ignacio de Veintimilla fue también Primera Dama de la nación y encargada del poder supremo en los periodos de ausencia de su tío.
Marieta se convirtió en la mujer que mayor poder ha tenido en la historia de Ecuador, símbolo del movimiento feminista de inicios del siglo XX y gran planificadora urbana de la ciudad de Quito. Su obra más importante es: Páginas del Ecuador.
Revisando la biografía de Marieta, descrubrí que tiene algo en común con Nancy Ruth, quien en realidad es Nancy García, mi mamá, la protagonista de la novela: “La luna azul de Julio”, las dos estudiaron en el prestigio internado de los Sagrados Corazones en la ciudad de Quito. Pese a recibir ahí una educación tradicional y conservadora, las dos fueron mujeres independientes, amantes de la libertad y luchadoras de los derechos de las mujeres, en sí, feministas.
Estas mujeres progresistas, adelantadas a su època, no la vieron fácil. Por ejemplo, mi mamá tuvo que luchar contra el estigama social del divorcio, en pleno siglo 20.
Aun en la actualidad y aunque parezca mentira, es mas facil publicar un trabajo literario para un hombre que para una mujer, el campo de la literatura aún se mantiene sesgado a favor de la autoridad masculina.
En 2015, la escritora estadounidense Catherine Nichols hizo el experimento de enviar un manuscrito suyo a agentes literarios bajo un seudónimo masculino y se sorprendió con el número de respuestas positivas que obtuvo: 17 de 50. Cuando envió el mismo material usando su nombre, recibió 2 respuestas positivas en 50 intentos.
Estudios de la organización estadounidense, Mujeres en las artes literarias, muestran que los libros escritos por mujeres todavía son menos revisados por críticos en revistas literarias que los escritos por hombres. Y los ensayos escritos por mujeres son menos publicados en estas revistas especializadas.
De esta forma, para la mujer, la literatura no solo es una vocación, la literatura se transforma en un reto para superar las convenciones sociales, en un mundo en el que aprantemente se manejan nuevos valores, pero vemos que no es así.
Dentro de este empuje al progreso, hay muejeres que no se quedan sin hacer nada, algunas como la famosa escritora J. K. Rowling, reaccionó al rechazo de las editoriales siendo perseverante, hasta que el mago Harry Potter y su saga, salieron a la luz y fueron un éxito de ventas, tanto en las librerias como en el cine.
En épocas diferentes, lo mismo le pasó a Margaret Mitchell, escritora estadounidense naciada en Atlanta en 1900, la creadora de una de las historias más famosas en la literatura y en el cine, llamada “Lo que el viento se llevó”, tuvo que enfrentar con la negativa de publicación en 38 oportunidades. Es un número bastante alto, que nos hace pensar en la perseverancia que tenía esta mujer, hasta lograr dar a conocer su obra al mundo.
En mi caso, ya que soy escritora, tuve la suerte de que una de mis novelas, la primera que publiqué, cuyo titilo en español es : “La Librería”, fue traducida al inglés por la editorial CBH Books de Masachusets , bajo el título The Bookstore, pero yo tuve que financiar todo, tanto la versión en español como la versión en inglès; lo bueno fue que la historia gustó y la publicaron con su sello editorial.
Mi segunda novela fue parte de una coedición con editorial El Conejo, y la tercera, El Kirtan en la India, se publicó bajo el sello editorial de la Muy Ilustre Municipalidad de Guayaquil.
Pero aunque ahora suene fácil, el camino fue dificil, es así que para la publicación de mi cuarta novela, La Luna Azul de Julio, cansada de estar tocando puertas, de ir de aquí allá o de estar en la lista de espera o recibir cotizaciones impagables, me arriesgué, y decidí abrir mi propia editorial, editorial El Búho, con la finalidad no solo de facilitar en algo el camino para mis publicaciones, sino par dar la oportunidad a aquellos escritores a quienes se les han cerrado las grandes puertas de las editoriales famosas.
El Buho es una editorial pequeña pero con aspiraciones grandes y con una puerta abierta a las nuevas propuestas, ya que yo sigo creyendo en la literatura como una vocación y como un arte, no como un comercio parte de la sociedad industrial.
En este año 2019, se publicó Los Cuentos de Gutis, de la autora Karyna Abad, una niña tambien trotamundos; ella ha tenido que pasar yendo y viniendo de su mundo interior diferente al mundo al mundo de “los chicos normales”; ha sido un camino dificil y a veces hasta doloroso, pero logró su propósito, y publicó su libro de cuentos, que ha tenido una excelente acogida y muy buenos comentarios, son cuentos cortos y fantásticos que dejan mensajes sorprendentes.
Insisto en que aunque las cosas parezcan dificiles y el camino se ponga cansado, solo hay una cosa en que pensar: ¡no desistir!
Cada vida es un cúmulo de historas que contar, y deberian ser contadas, ninguna vida es totalmente plana, esas curvas y esos picos que dicen de los momentos buenos y malos, de las penas y de las alegrías, no se perderían, si la gente perdiera el miedo a relatar. Cuenten lo que han vivido, pongale color o haganlo en blanco y negro, pero no dejen de compartir, toda vida es valiosa, no hay historia, por mal escrita que parezca, que tenga al menos, una enseñanza, una guía, una motivación.
Escritoras ecuatorianas galardonadas en el exterior, como Gabriela Aleman, Mónica Ojeda, Ma Fernanda Ampuero y Solange Rodriguez Pope, son como señales de luz en medio del oscurantismo medieval que por momentos nos persigue; son mujeres de aquí, parte de un grupo literario que se está abriendo paso, superando al machismo, y nos hacen ver que nada es imposible.
Karina que maravilla de escrito, mis sinceras felicitaciones y muchos éxitos más