En los años más conflictivos de la Guerra Fría y tras el triunfo de Fidel Castro en Cuba, Estados Unidos temió que la mecha revolucionaria se expandiese a lo largo de América Latina. El Che Guevara, ávido de imponer el criminal modelo comunista en esta parte del continente, llevó su lucha guerrillera hasta Bolivia, donde finalmente halló la muerte.
A lo largo de las décadas de 1960 y 1970, el imperialismo estadounidense, con tal de impedir que en su patio trasero se instaurasen regímenes leales a ese otro imperio que fue la Unión Soviética, dejó de lado los ideales democráticos de los padres fundadores de la Unión Americana y respaldó la instauración de dictaduras militares autoritarias que, con contadas excepciones, impusieron su pesada bota sanguinaria cuyo legado de asesinados, desaparecidos y torturados partió en dos a la historia y sigue aún dividiendo a las sociedades.
Derrotados en el campo de batalla los movimientos guerrilleros de la izquierda revolucionaria; exterminados sus máximos dirigentes; neutralizados por las fuerzas del orden; o, como ocurrió en Ecuador, conjurados a tiempo sus incipientes esfuerzos para organizar la lucha armada, las nefastas ideas por ellos defendidas siguieron vivas en un vasto número de anónimos personajes que, en lugar de tomar los fusiles, se atrincheraron bajo el pacífico manto de la academia. Así, pagados por el sueldo de ese mismo estado que pretendían destruir, hicieron de las aulas universitarias el fortín propicio para inocular en sus estudiantes el credo de la revolución a ultranza.
Ya que la revolución impuesta a bala resultó no ser viable ni tampoco popular, esos académicos encontraron un camino menos violento aunque no menos difícil: revolucionar el orden jurídico para, desde allí, darle ropajes legales al autoritarismo, a la estatización de la economía, a la supresión de las libertades individuales y a la perpetuación en el ejercicio del poder, a través de la cooptación y control de todos los poderes del estado.
Y es que si el Derecho es una expresión del poder político, tan solo era cuestión de esperar la aparición de ese personaje que, imbuido de tales ideas totalitarias, tuviese la fuerza popular para implementar el modelo sobre el cual los académicos revolucionarios ya tenían escritos cientos de “papers”, seguramente en las hoy en día tan codiciadas revistas indexadas.
¿Y de qué forma se lo implementaría? El libreto es conocido: instaurar una Asamblea Constituyente que, dotada de plenos poderes, derogase la Constitución vigente —a la que había que culpar de todos los males sociales— para reemplazarla por una hecha a la medida del nuevo caudillo izquierdista, quien encarnaría a la revolución democráticamente triunfante y que, como tal, tendría que permanecer de por vida al mando del nuevo estado, ya sea por sí mismo o a través de sus marionetas.
Hugo Chávez Frías fue, en esta parte del mundo, el primero en implantar este modelo. A través de la Asamblea Constituyente de 1999, controlada por sus seguidores, logró derogar la Constitución de 1961 y puso en vigor la que ha permitido la continuidad del catastrófico régimen que preside Maduro; Evo Morales, siguiendo el mismo esquema, puso en vigencia la Constitución del 2009 tras derogar la del 2004; y, Ecuador, hizo lo propio en Montecristi en el 2008.
¿Chile seguirá la misma senda? Convertido durante muchos años en un país modelo para Latinoamérica, el libreto revolucionario, prevalido de los grandes contrastes sociales y económicos que afrontan los chilenos y de la indiscutiblemente alta concentración de la riqueza, ha logrado posicionar la idea de que una nueva Constitución será capaz de resolverlo todo.
Esperemos que la anhelada solución no traiga para Chile las mismas nefastas consecuencias que en Venezuela, Bolivia y Ecuador, donde probado está que la calentura no se encuentra en las sábanas.
Muy buen artículo. Sería muy valioso también señalar en concreto qué teorías jurídicas fueron introducidas por el marxismo internacional con la finalidad de promover gradualmente estructuras totalitarias. El abuso del derecho regulatorio, los abusos de las Superintendencias creadas desde los años 60s en el pais (competencia que antes correspondía a los jueces), la restricción en el acceso pleno a medios de producción, y entre otras , han constituido piezas claves para el avance del totalitarismo.
Saludos
Totalmente de acuerdo. Chávez después de su fallido golpe de Estado, al decir ante las cámaras el “por ahora”, tenía clara la forma de llegar al poder, con aquiescencia de un perdón dado por el mismo Estado, cosa que le permitió dar cumplimiento a un Plan Estratégico orquestado y dirigido muy seguramente desde el Gobierno de Cuba.
La guerra de guerrillas no necesita de las mentes y corazones, necesita de coaptar la rama judicial para convertirla es su arma más destructiva para la democracia y poder llegar al poder y mantenerse ahí, con total viso de legalidad.