Goebels dijo que una mentira repetida termina siendo una verdad.
En nuestro país la mentira mejor dicha resulta ser la gran verdad de los políticos.
Qué pasaría si un hombre honesto y transparente que aspira a la presidencia de la república dijera:
¡Todos debemos arrimar el hombro para sacar adelante a la patria!
Tenemos que sacrificarnos.
Debemos pagar nuestros impuestos para tener un Ecuador maravilloso dentro de treinta años.
No debemos ser corruptos. No debemos permitir la impunidad.
Denunciemos a los empleados públicos que nos proponen dar un porcentaje en cualquier contrato del gobierno.
No sobornemos a los burócratas.
No busquemos el dinero fácil. Ayudemos con nuestro esfuerzo a construir el Ecuador del futuro que necesitamos.
Generemos riqueza con nuestro propio trabajo.
Hagamos como en EEUU, donde los empleadores generan más empleos porque los empleados cuidan su trabajo y no porque la ley los obliga a los empresarios a tener afiliado a los trabajadores.
No esperemos que el gobierno nos resuelva todo.
El Ecuador está quebrado.
Debemos producir más para que en unas tres décadas nuestro país sea rico y hayamos logrado salir de la actual pobreza.
Sacrifiquémonos por el bien de la patria.
Seamos transparentes, honestos y llenos de civismo.
Por otro lado los políticos sinvergüenzas dirán:
¡El gobierno tiene que distribuir mejor la riqueza, de manera que los ricos les den más a los pobres!
Los que más tienen deben darle a los que menos tienen.
La justicia debe ser para los desamparados.
El gobierno les dará escuelas, educación, hospitales, carreteras y vivienda gratuita.
El patrono deberá retener forzosamente a todos los empleados, incluyendo a los malos, porque la ley lo obliga.
Todo será de todos; se acabarán los privilegios.
Por primera vez el pueblo gobernará y los ricos tendrán que repartir su riqueza.
Habrá comida y trabajo para todos.
Seremos ricos a corto plazo y viviremos en un paraíso donde habrá partidos de futbol gratis todas las semanas.
Todo se ha convertido en concursos de empresas de márquetin político.
Al pueblo hay que darle lo que quiere.
La demagogia es el arma de los embusteros.
Prometer cosas imposibles de cumplir es la forma más fácil de decir lo que todos quieren escuchar.
Somos cómodos; practicamos la ley del menor esfuerzo.
Las cosas rápidas y el dinero fácil nos encantan.
La picardía criolla nos hace sentir intelectualmente superiores y en nuestra zapada estará la razón de la viveza.
Somos un pueblo resultante del agregado de muchas partes; no actuamos como un todo nacional.
Elegimos por identificación afectiva o por quién más nos manipule.
El mejor político es el que nos regala una camiseta o el que nos paga una buena chupa con música y parlantes a todo volumen en la central del partido.
¡Aquí votamos por el hombre!
¡El que más nos prometa o el que sea más arrecho!
Un ecuatoriano que diga la verdad, es un soñador iluso que jamás gobernará.
La masa se deja seducir por quién más la pueda engañar.
Somos un país sin ideología. No hemos aprendido de nuestros errores. Nuestra falta de cultura hace que estemos condenados a repetir constantemente el pasado.