Nos hallamos próximos al cierre del 2019. El año venidero será el tercero y el último durante el cual el presidente Moreno ejercerá sus funciones desde un 1 de enero hasta un 31 de diciembre, pues en mayo 24 del 2021 deberá entregar el mando a quien fuere democráticamente elegido como su sucesor. Sin embargo, en el 2020 afrontará un ambiente hostil debido al estancamiento de la economía, y a la confrontación cada vez más ardorosa de las fuerzas políticas interesadas en hallar espacios para poder posicionar a sus candidatos presidenciales.
Carente de capital político y asediado por los fantasmas de una crisis sin precedentes desde la caída del régimen de Mahuad; sin apoyos en la Asamblea, cuya virulencia discursiva ya se dejó sentir cuando, con sobra de razones, se desechó el extenso proyecto de ley que pretendía crear nuevos tributos o aumentar los existentes; intimidado por la dirigencia indígena, cuyas ideas de miseria —sostenidas por la ignorancia— hallaron apoyo en las calles gracias al vandalismo bolivariano, el último año cabal de Moreno como huésped de Carondelet se avista conflictivo, explosivo y, por ello, peligroso.
Sin embargo, las candidaturas que ya empiezan a armarse con el objetivo de tomarle la posta a Moreno, deben tener clara la debilidad que afronta el sistema democrático. Les corresponderá a los candidatos contribuir a fortalecerla a través de una campaña electoral responsable, que ciertamente critique todo lo que deba ser criticado, pero sin utilizar un lenguaje que gatille el enfrentamiento fratricida y divisionista, que tan solo sería capaz de erosionar nuestra ya muy debilitada y cuestionada democracia.
En ese contexto, las autoridades del Consejo Nacional Electoral deben garantizar la transparencia y eficiencia de los procesos electorales venideros; entendidas la transparencia y la eficiencia como aquellas que se basan en el uso de sistemas informáticos auditables, fiables y difíciles de manipular; que arrojen resultados definitivos a las pocas horas del cierre de las votaciones; que sean operados por personal técnico, probo y ajeno a consignas políticas, para evitar que se adultere con artificios electrónicos la voluntad que la ciudadanía hubiese expresado en las urnas; que permita el trabajo de observadores acreditados por organismos internacionales, pero que a su vez cumplan exhaustivamente sus funciones y no se limiten a ser, como ya ha ocurrido en el pasado, invitados de lujo que tan solo hacen las veces de simples comparsas.
Entendámoslo: el gobierno que se inaugurará en mayo del 2021 deberá ser producto de la incuestionable e invulnerable decisión del pueblo, y no de la manipulación de unos cuantos y bien pagados hackers que pretendan torcerla. Y esto lo afirmo porque, proclives a olvidar, los ecuatorianos ya no recuerdan que Moreno ascendió a la Presidencia tras un muy cuestionado triunfo cuyos reales resultados jamás podremos conocer.
Grave, muy grave, es la responsabilidad que tienen entre sus manos los consejeros del Consejo Nacional Electoral. Ellos tendrán que rendir un día severa cuenta de sus actuaciones.
Felicitaciones.
Un excelente y muy crudo analisis a nuestro futuro politico, espero como el que más que las cosas no se incendien en el país, pues los únicos perdedores seremos quienes trabajamos a brazo partido y no quienes viven del bochinche y de pescar a rio revuelto.
Saludos
Iván E.
El gran desafio de cara a las proximas elecciones El CNE tiene la gran opottunidad de actuar con honestidad, etica y transparencia, emendar sus errores del pasado, limpiar su nombre no cediendo a intereses politicos por unas cuentas monedas sino declarando Presidente segun la voluntad del pueblo. Que Dios nos bendiga .
Es muy posible, me atrevo a decir que es una certeza, que el “pueblo” votará con el estómago y con la cabeza llena de “pajaritos preñados” de los discursos populistas. Ecuador, sin acuerdos nacionales, tendrá el gobierno que se merece pues será producto de su “voluntad soberana”. Lo dices muy bien Fabrizio:.”……..ideas sostenidas por la ignorancia”, la de los indígenas y la de muchos vendedores de ilusiones. Dudo seriamente que Ecuador elija un candidato que diga la verdad, que pida sacrificio y trabajo. Ojalá me equivoque (?)