Luego de haber perdido su primera apuesta de reforma impositiva, el gobierno ha logrado conseguir, en su segundo intento, hacer aprobar en el seno de la Asamblea Nacional la Ley Orgánica de Simplificación y Progresividad Tributaria. Es este el bono navideño que Lenín Moreno le obsequia a la ciudadanía, cuyos ingresos están ya muy mermados por la falta de crecimiento y el estancamiento generalizado.
Como ya lo habíamos dicho en una entrega anterior, el año venidero se avista intranquilo. Primero, por el agotamiento del modelo económico paternalista y de despilfarro que Correa inició y que Moreno, de forma negligente, mantuvo hasta que se le secaron las fuentes para financiarlo, en lugar de haberle puesto fin ni bien empezó su mandato. Segundo, por las secuelas de confrontación dejadas tras los hechos de octubre, de la mano del golpismo indígena y correísta. Tercero, por la llegada de un 2020 electorero, donde florecerán los así llamados “presidenciables”, que con su baratillo de ofertas populistas y demagógicas, frenarán a raya las inversiones ante la incertidumbre. Y, cuarto, por la aprobación de esta nueva boya de salvación impuestera que, a las puertas de la Navidad, chupará más recursos de las empresas y los ciudadanos para que el gobierno pueda malgastarlos.
Próximo a completar su mandato de cuatro años, el gobierno de Moreno ciertamente pasará a la historia como un régimen que, llevado al poder por su inmediato antecesor, hizo lo que ningún opositor hubiese podido lograr: desarmar, aunque no del todo, el aparataje institucional que se levantó para perennizar a un único partido, por no decir a un único personaje. Pero, sin duda, legará el recuerdo de un gobernante que desperdició su cuatrienio en medio de discursos vacíos, incluso carentes de sentido; de proyectos que no pasaron de unas cuantas láminas en PowerPoint o de una animación en AutoCAD; pero, por sobre todo, que pudo haber conjurado desde el primer día la tormenta económica que, ya en el 2017, era posible advertir con una mínima dosis de sentido común.
Aunque algunos ministros del régimen aparezcan hoy en pantalla con mensajes de optimismo, que los hacen ver más como vendedores multinivel adiestrados en coaching, la suerte está echada y el período de Moreno, irremisiblemente desperdiciado. Porque esa característica que tienen algunos secretarios de estado —la de salir sonrientes ante los medios para decir que la aprobación de más impuestos fomentará la inversión y dinamizará a la economía—, no es estupidez y necedad, sino cinismo bien financiado con los sueldos que nosotros, los contribuyentes, les pagamos, y que con la Ley de Simplificación y Progresividad Tributaria se los podremos seguir cancelando.