El mayor daño que le hizo la fatídica década de robos, atracos, negociados, enriquecimiento ilícito y miles de cosas más, a nuestro país, es la siembra de odio y división, de rencores, insultos, acusaciones falsas y más, dando libertad a asaltantes y narcotraficantes, enseñando y promoviendo toda forma de negociado, de compra y venta de conciencias, coimas, diezmos, arreglos bajo la mesa y cuanta mañosería se pueda imaginar.
Nunca, pese a que ha habido políticos anteriores deshonestos, que se aprovecharon del Estado para saquear, que robaron con cinismo y desvergüenza sacando sus garras y huyendo luego, se llegó a un grado tan alto de corrupción y organización delictiva, con sobreprecios, obras inconclusas y malas, coimas, diezmos, contratos a dedo y/o arreglos “entre amigos”, obras pagadas y no realizadas, etc., con el agravante de la desvergüenza, del ataque a la gente que denunciaba sus robos, y la maldita costumbre de Rafael Vicente, que “miente por cada diente”.
La persecución llegó a ser demoníaca, sobrepasando las de un dictador/emperador, basada en el poder omnímodo que ejercía, exigiendo más que respeto, una sumisión total. Se consideraba el individuo perfecto, al que todos los demás debían rendirle pleitesía. Si alguien se atrevía a denunciar alguno de los atracos o negociados, por más pruebas que tuviera, esa persona, o perdía su vida, o debía auto exiliarse.
A la delincuencia organizada que se implantó, la recubrió de “justicia”, nombrando jueces y fiscales a dedo, para sellar e impedir que se le pueda seguir juicios justos y probar los robos y atracos realizados por él o por la gente de su grupo. Han pasado 3 años del cambio de Gobierno y aún seguimos con muchas de las autoridades que él “dejó poniendo”, e incluso gente de su calaña a la que colocó en puestos internacionales, como la ONU, para asegurar su impunidad y ayudar a otros Gobiernos socialistas. Aún en los momentos actuales, como se demostró en Octubre, individuos nacionales y extranjeros asaltaron, prendieron fuego y destruyeron la Contraloría, para intentar destruir las evidencias que se estaban descubriendo de esa fatídica década.
Espero que el pueblo ecuatoriano recapacite y tenga en cuenta el tremendo daño que le hizo a nuestro país, esa década de terror. La facilidad de palabra, tanto para mentir, falsear la verdad, insultar, acusar en falso, defender lo indefendible y prometer, en un pueblo como el nuestro, ignorante, con poco conocimiento y al que se lo ha ido adoctrinando por medio de los programas de educación que fomentan la promiscuidad, la división, la inmoralidad, y con el candado en las leyes que impiden revertir el daño que dejó implantado en nuestro país.